NI MODO, YA EL PAÍS NO ES AQUEL DONDE LAS CALLES SABÍAN A LIBERTAD Y NO A PELIGRO.

A LOS QUE HOY SOMOS PADRES DE FAMILIA:

Estoy en esa etapa de esperar despierta a que lleguen mis hijos de una fiesta, reunioncilla o salidita.

Y aquí instalada en ese trajinar de los pormenores y detalles sobre destinos, amigos con quienes van, teléfonos activados, geo localizadores y demás (si es que tenemos la fortuna de contar con estos servicios); caigo en cuenta de lo difícil que es, tanto para ellos como para nosotros, los padres de familia.

No puedo dejar de comparar cómo era mi vida, cuando yo tenía esa edad.  De entrada, no había celulares y todo era relajado.  Lo más preocupante era que no te regañaran si te pasabas de la hora establecida o que descubrieran que te habías juntado con aquella persona que te tenían prohibido salir.  Pero, de ahí en fuera, era inconcebible pensar en que alguien te secuestraria, te descuartizarían o te desaparecerían para matarte después de haber abusado de ti. 

Eso simplemente, no estaba en la lista de preocupaciones de mi madre o mi padre.  Si acaso, que alguna de nosotras (porque fuimos solamente mujeres) llegara con el chiste de “estoy embarazada”

Caminar sola por la calle, no era temerario ni peligroso.  Nos íbamos caminando a la escuela, al gimnasio, a ciertas fiestas. Recorríamos largas distancias a casas de compañeros de escuela o amigos. Pedíamos “ride” si nos cansábamos ¡Y no pasaba nada!

Entonces ¿Qué sucedió? ¿En qué momento le metieron un chip a la sociedad para que cambiara en tan solo una generación?

¿Sería a partir de los noventas, cuando fue la era de los narcojuniors? ¿Tendrá que ver con la filtración como humedad del crimen organizado en nuestras comunidades? O ¿simplemente las generaciones decidieron hacer un parteaguas para vivir sin valores, de manera desalmada a consecuencia de una educación que fue carente de la presencia de los padres en las familias?

¡¿Qué chingados pasó?!

Ver a los hijos coartados en su libertad para desplazarse a donde quieran, enfadados -obviamente- de tener que estar reportándose como si no les tuvieran confianza o como si todavía fueran unos infantes; es el panorama de todas las familias en estos días.

Los míos, constantemente me dicen: “¡Qué padre fue tu adolescencia y tu juventud, tú no tuviste que pasar por todo esto, no es justo!”

Y la neta, tienen razón. No, no es justo.

No es lo que una juventud requiere para crecer sana emocional, mental y socialmente.

Y ante un eminente sistema de justicia rebasado por desapariciones forzadas, homicidios, feminicidios (sí, son dos cosas diferentes); trata de blancas, venta de órganos, reclutamiento de niños y jóvenes para ser parte del crimen organizado; no nos queda más opción a los padres que hacer malabares y casi especializarnos en la Academia de Sherlock Holmes.

Parecemos verdugos ante los ojos de nuestros hijos, cuando en realidad, quisiéramos ser sus ángeles guardianes.

Difícil tarea para ambos, padres e hijos. Y más aún cuando se sabe que en un mínimo descuido, lo que pudo ser una aventura bien puede convertirse en tragedia.

Es lamentable, lo sé, pero vivimos con la paranoia a cuestas.

Lo vemos todos los días, lo sabemos y pareciera que vamos formados en una fila azarosa donde la inseguridad juega cruelmente con el destino de todas las familias en este país.

Como si fuera poco, esta atadura que no les permite a nuestros hijos viajar ligeros, salir sin preocupaciones, etc. deriva en depresiones, ansiedades, desequilibrios emocionales. Y, lo mismo aplica para nosotros los guardianes de su seguridad.

Pasamos de enseñarles a caminar, a mostrarles los caminos y tristemente a restringirles el andar en ciertas modalidades porque aunque todos necesitan darse un buen madrazo, en estos tiempos, los madrazos tienen nombres que aparecen en titulares.

Nuestra película diaria es el incremento de la criminalidad, la aparición de nuevas formas de delincuencia más violenta, la inseguridad en las calles, la impunidad del delito y la deficiente participación de las corporaciones policiales (repito: rebasadas por el crimen).

El miedo al crimen no es una reacción que nos inventamos de repente los padres o tutores, ni tampoco es aleatoria. Es una sensación atribuible a factores tanto del entorno en el que vivimos como a situaciones personales relacionadas con alguna experiencia delictiva.

Las condiciones en las que vivimos actualmente, son las productoras de los miedos que experimentamos como parte de los hechos violentos a los cuales nos enfrentamos día con día.  Condiciones que nos dejan lejanos de ser aquellos padres que podían esperar en un sillón viendo su programa favorito o fumando (porque era la moda) un cigarrillo mientras esperaban a su hij@ que se pasó de la hora de llegada para aplicar el famoso “Pero ahorita me va a escuchar”

¡Qué lejos estamos de ese sillon, de ese programa, de ese cigarrillo!

Hoy en día, los padres, estamos con el celular prendido, con un hoyo en el estómago cuando no responden después del ultimo mensaje de texto que fue hace 20 minutos; mordiéndonos las uñas -o arrancándonos el gellish– rompiendo papelitos, rayando garabatos, etc.  porque no se reportan y seguramente se les apagó el bicho.

Hoy en día, los padres tenemos la encomienda de parecer stalkers y a veces hasta parecer indeseables, sangrones e insufribles por pedir referencias extremas del amigo o amiga:

Nombre completo, apellido, dirección, nombre de los padres, escuela a la que va o fue, referencia de los padres, a qué chingados se dedican… “¿comerciantes, dijiste”? “A ver, a ver, barajéamela más despacio” Casi, casi que hasta las placas del carro andamos buscando… por si acaso.

El panorama no está “padre”, por eso, las reuniones en casa siempre son las menos estresantes para todos.

Mientras escribo, una de mis hijas dice: “No fue el cuerpo de Debanhi el que encontraron, era el de otra muchacha”

Mi hijo, quien juega videojuegos, suspende su actividad en el control y pregunta con asombro:

“¿Otra, ¿cuántas van en esta semana? ¡No manches, qué horrible está todo!”

Nos quedamos en silencio, continúo escribiendo. Tengo un nudo en la garganta, me duele el pecho.

No quiero estar formada en esta fila, no quiero.  Me rehúso, quiero salirme, quiero formarme en la otra fila, en esa donde ellos puedan crecer y sentirse libres y sin miedos; en esa, donde yo pueda esperarlos mientras veo una serie o leo plácidamente…

¿Qué le pasó a mi país?

Ps.1. El intento y entrega por formar seres de bien, es mi misión… aunque la calle tiene otra historia.

Ps.2. Prefiero que me griten y se enojen conmigo por exagerada, bruja, Stalker, Watson en ciernes, etc.  ¡Me vale madres! A Dios le pido alas para protegerlos a diario.

Ps.3. Algo debemos hacer como sociedad, porque queda claro que el sistema se ha quedado muy, muy corto.

Ps.4. Oro y pido con fervor que esas mujeres desaparecidas, estén vivas. Pido por sus padres, porque desde mi trinchera los siento y los tengo presentes.  Pido porque cada una de las que están ahorita siendo privadas de su libertad, no sean privadas de su vida… pido, pido con todas mis fuerzas que un rayo parta en dos a esos desgraciados antes de quitarles el aliento.

Ps.5. Cuando veamos a una muchacha o mujer rayando un muro… detengámonos y respiremos profundo (que es un privilegio respirar) antes de tirar piedras y juzgar. 

Que, ese aliento de juicio puede ser el último de una mujer en este país.

Ps.6. Cuando reciban una publicación de búsqueda, empaticemos…compartir puede ayudar mucho.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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