Por Manuel Hernández El Funo

El término es usado cotidianamente por nuestro presidente: “El pueblo ya no es como antes, está avispado”. Es decir, está pendiente. Atento a cualquier noticia o circunstancia que afecte el diario devenir.

Pues resulta que los aficionados taurinos en México, durante los últimos meses, se muestran sumamente avispados. Ya no quieren ser expuestos a los abusos de corridas mal presentadas, con los pitones afectados y, en resumen: No quieren ver en sus plazas encierros indignos e impresentables.

Todos los grupos de aficionados en las redes sociales exponen fotografías, vídeos o comentan la falta de presencia de lo que salta al ruedo de sus plazas.

Al fin y al cabo, nosotros, los que pagamos un boleto por presenciar una corrida de toros-me incluyo-tenemos el derecho y quizás hasta la obligación, si nos decimos aficionados, de ver el espectáculo que patrocinamos con nuestro dinero y no una simulación de este.

En general ir a una corrida de toros no es barato. Ni adquirir los esquilmos que ahí nos ofrecen (comida, vino, cerveza, puros, golosinas) tampoco lo es. Y sí bien es cierto que es nuestra libre elección asistir al evento, de la misma manera quien lo ofrece y acepta nuestro dinero comparte una gran responsabilidad, que lamentablemente no siempre se asume.

Ganaderos, empresarios y autoridades llevan un grado de responsabilidad mayor o menor, pero hay un gran faltante en la ecuación: Los toreros.

Tomemos en cuenta que estos encierros se ven más a menudo en “corridas de postín” en nuestro país, que lamentable a falta de toreos mexicanos que en realidad interesen solo pueden suceder cuando alguno de los extranjeros “del primer escalafón” pisan nuestros ruedos.

En teoría, si son figuras internacionales del toreo y se han hecho millonarios en euros siéndolo, tienen la responsabilidad de no permitir que su estatus se vea mermado, saliendo a torear toros que lo son con visibles manipulaciones en sus astas.

Y si soy un torero nacional que acompaña en el cartel a las figuras extranjeras, ¿tampoco levanto la mano y digo basta? Al final del día no solo es mi profesión sino mi país y en consecuencia las afectaciones a futuro que pueden pasar si se dejan de dar corridas de toros por falta de público.

“Las figuras ni cuenta se dan de qué toros van a lidiar, hasta que salen al ruedo”, me confió un aficionado. Pues de ser así que triste que cuiden su profesión de esa manera, y en la última de las instancias, tienen a veedores y apoderados que deben velar porque el buen nombre y categoría de su poderdante no se manche con la permisión de la trampa y el abuso. Si no son ellos los que defiendan la grandeza de la fiesta y el orgullo de ser torero: ¿A quién se lo encomendamos?

Lo cierto de todo esto y solo basta ver las entradas en las principales plazas y Ferias de nuestro país y hasta en la misma Plaza México, es que cada vez hay menos interés en hablar de faenas y hazañas en el ruedo, y más hartazgo por parte del público que muestra su descontento y enfado, dejando de asistir a esta hermosa fiesta.

Hay que hacer bien las cosas.

¡Avispados ganaderos, empresarios, autoridades y toreros, que el aficionado ya lo está!

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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