Relatos de Ultratumba

Por: Jorge Vargas

(Créditos al autor)

Me llamo Betito, tengo seis años y siempre me ha gustado jugar a las escondidas.

Una noche mientras dormía, escuché ruidos extraños en la sala, salí a ver. Vi a mi papá pelear con alguien, mi papi es muy fuerte, y golpeaba al extraño, pero ese hombre sacó una pistola y disparó sobre mi papá.

Él cayó, yo me quedé muy espantado, alguien me jaló del brazo… era mi mamá.

Me dijo: ¡Escóndete y no salgas!  Rápido me escondí tras un sillón.

Vi a mami correr hacia otro lado, el hombre la siguió, escuché gritos, quise ayudarla.

Salí de mi escondite, me acerqué y vi a mami con la ropa rota, con ese hombre sobre ella lastimándola.

Mi mamá lloraba e intentaba defenderse, pero ese hombre la golpeaba más, ella me vio y con su triste mirada me decía que me fuera.

Vi un bate de béisbol, quería golpearlo cuando él volteara, pero me vio. Logré pegarle en la cara, pero sólo sonrió, se levantó furioso; mi mami alcanzó a jalarlo de un pie y lo hizo caer, pero el malo le dio una patada en la cara. Ella sin soltarlo me dijo:

¡Corre Betito, escóndete!

Dominando mi miedo corrí, me escondí en mi armario, detrás de todos mis juguetes. Escuché otro balazo y después un silencio sepulcral. Ya no escuché a mamá gritar.

A ese hombre lo escuché buscándome. Parecía como que gruñía o algo así.

¡De repente se abrió la puerta y lo vi!

Una diabólica sonrisa, sus ojos brillando, apuntándome con una pistola.

Yo solo cerré mis ojos…

Ya no supe más, no sé cuánto tiempo pasó, se me hizo un largo, largo tiempo. Abrí mis ojos y aquel hombre ya no estaba, salí del armario buscando a mis papis pero todo era diferente, todo estaba cambiado.

Había una cama rosa, donde antes estaba la mía; ya no estaban mis juguetes, en su lugar había muñecas.
Descubrí a una niña durmiendo en la cama y me acerqué.

Al verme, gritó aterrada.

No entiendo qué pasó.

Corrí a esconderme al armario.

Después de un rato, alguien abrió lentamente la puerta del armario, yo me moría de pánico, esperaba ver al horrible hombre, pero no era él, era una señora que acompañaba a aquella niña, diciéndole:

¡Mira aquí no hay nadie! No tienes de qué asustarte…

Desde entonces estoy aquí, escondido. A veces salgo, pero la gente se espanta al verme y a mí también me da miedo.

En una ocasión, trajeron un sacerdote que echó agua bendita diciendo algunas oraciones y me dormí unos días.

Volví a despertar, pero no logro encontrar a mis papis. Si los ven, díganles que estoy aquí, en el armario… que los sigo esperando en el armario.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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