Con frecuencia escuchamos de la autoridad que los homicidios son producto de personas que “Andan en malos pasos”, “Se matan entre ellos”, “Son producto de la lucha entre cárteles” y otras más por el estilo. Como si eso fuera justificación.

La muerte del médico Randolfo Vignali y de su esposa la abogada Juana Parra, pareciera inscribirse en estos dichos de la autoridad. El presidente del Colegio de Abogados Emilio Rabasa, el Lic. Jorge Escárcega abordó el punto con suma claridad a propósito de estos dos homicidios con los cuales Tijuana llega a la espeluznante cifra de 1,575 en lo que va del año: “Lamentablemente también la autoridad se ha dado a la tarea de justificar, por así decirlo, que un crimen corresponde a la actividad que realizaba el sujeto o la víctima, pero, aun siendo el peor delincuente del mundo, nadie merece morir, en México está prohibido para la autoridad la pena de muerte”.

Esta posición nace de la convicción de que las personas, todas, tenemos dignidad, y por el solo hecho de serlo merecemos respeto, empezando por el respeto a la vida. Pero la autoridad justifica su ineptitud señalando que los homicidios se deben a la actividad del difunto. Resulta al final una justificación doble, por un lado, de que la violencia siga, y por otro, que siga también la impunidad. La incapacidad de detener la ola de violencia, convirtiéndonos en una de las regiones más violentas del planeta, tiene que ver con la incapacidad institucional del Estado en cuanto a cantidad y calidad de policías que tenemos en Tijuana y en el Estado; cantidad y calidad de patrullas y de equipo; y por supuesto, la calidad de su entrenamiento. El éxito de la impunidad tiene también orígenes semejantes. Insuficientes agentes del ministerio público, policías investigadores, jueces, etc. Aúnese a ello la corrupción y el contubernio con el crimen organizado, y tenemos como resultado la fórmula que lleva a Tijuana a tan deshonrosos lugares de delitos cometidos.

El homicidio de esta pareja ha llevado a la sociedad a manifestarse, especialmente a los médicos y a los abogados, lo cual es positivo. Sería deseable que sigan haciéndolo en los temas de seguridad de la ciudad aún cuando los muertos no pertenezcan a su gremio. Lo mismo va para la sociedad organizada en otras materias: manifiéstense ahorita, no esperen a que la sangre salga de sus correligionarios. Una verdadera sensibilidad social debe hacernos solidarios, debe impedir que nos acostumbremos a la violencia, debe hacernos levantar la voz aquí y ahora, no importa quien pone los muertos por que siempre salen de donde mismo: de los habitantes de este México querido.

Paco García Burgos
Consultor y analista político
paco@pacogarciaburgos.mx

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