Ningún ser humano es perfecto, todos cometemos errores, es inevitable. No siempre es fácil reconocer que nos hemos equivocado, y ni hablar de pedir disculpas. En cosas tan sencillas como olvidar comprar algo en la tienda, o situaciones más delicadas como olvidar una importante reunión.

A nadie nos gusta cometer errores, y algo muy importante es como reaccionamos ante esta situación, lo más maduro seria reconocer nuestro error, aceptar las consecuencias y tomar medidas preventivas para que no vuelva a ocurrir.

Otros deciden culpar a otros, o a las circunstancias, por ejemplo: “Es que la alarma no sonó porque se apagó el celular, a la próxima lo dejare cargando”, aquí el lado rescatable es que por lo menos se planea una solución. 

En el peor de los casos la persona culpará a otros y negará absolutamente haber cometido un error.

Cometer un error se suele ver de forma negativa, socialmente aprendemos, desde muy pequeños que cometer un error es algo malo. Muchas veces somos educados mediante premios, o reforzadores positivos, solamente cuando se tienen aciertos, es entendible entonces que intentemos evitar a toda costa los errores.

Cuando una persona, que fue educada de esa manera, comete errores, inmediatamente siente que será desaprobado por la sociedad, puesto en humillación, o ve afectada su autoestima.

Quien vive temeroso del juicio social, realmente nos anuncia que ya hay un problema de autoestima, poca seguridad en sí mismo, etc.

Aceptar el error cometido puede ser un golpe duro a nuestro ego, hay que tener mucha madurez emocional, y buena autoestima para ser capaces de reconocer y asumir consecuencias.

Estudios han demostrado que cuando cometemos un error, se envían dos señales en el cerebro, la primera de ellas es el reconocimiento de que se ha cometido un error, y la segunda señal indica que estamos intentando corregir el error, lo interesante es que aquellos que piensan poder aprender del error, reaccionan de manera distinta.

Esa segunda señal suele ser más intensa en quienes buscan corregir el error, pero aquellos quienes no son capaces de reconocer y aceptar su fallo, no se activan con la misma intensidad.

Hablamos de aquellos quienes suelen decir “Es que no es mi culpa”, “Es todo lo que podía hacer”, etc. Pero aquellos con una alta activación tenían ideas algo distintas: “Me esforzaré por hacerlo mejor en la siguiente ocasión”.

En resumen, nuestro peor error es convertirnos en seres humanos con una personalidad tan rígida y esquiva a reconocer nuestros errores, pensando que esta forma de ser es algo maduro, digno de admirar o muestra de fortaleza, porque en realidad es señal de fragilidad y poca madurez.

“El error más grande que puede cometer una persona, es tener miedo a cometer errores”

Nos vemos la próxima semana.

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