El pasado 16 de septiembre conmemoramos el 2019 aniversario del inicio de la lucha de independencia, la fiesta del pueblo mexicano. En mayor o menor medida conocemos los sucesos, personajes y acontecimientos que permitieron que hoy tengamos esta celebración. Pero la pregunta que nos deberíamos hacer es si todos los Estados y pueblos de la República Mexicana vivieron igual ese periodo de nuestra historia. 

Tomando en cuenta lo anterior transcribo el fragmento sobre Baja California del artículo “La independencia en el Noroeste de México. Un estudio historiográfico”, publicado originalmente por el Dr. David Piñera Ramírez en la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, el cual usted puede leer completo, con las citas correspondientes en el siguiente link: http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc05/043.html

Lo primero que nos indica que debemos tener en cuenta es: La primera es que en los sucesos advertimos una constante que presenta casi toda la historia de esta región: Su atraso y despoblación, consecuencia, en buena medida de su lejanía del altiplano, núcleo vital de la Nueva España, circunstancia aún más aguda en el caso de las Californias; la segunda es que los hechos materia de nuestro estudio están fuera de la llamada “Ruta de la independencia”, que se circunscribe a los sucesos que se consideran fundamentales del movimiento. Por esta razón ni siquiera los consignan algunos autores que podemos llamar clásicos para el estudio de la época, a pesar de que sus obras son bastante extensas.

La casi totalidad de la bibliografía que existe se refiere a los últimos años del periodo de la independencia y dedica particular atención al juramento de la misma en la península de Baja California, pues existe el consenso general de que a lo largo de los once años que duró fueron muy escasas las repercusiones en la región.

Manuel Clemente Rojo alcanzó a conocer personalmente a quienes fueron actores o testigos de los hechos, lo constituyen los Apuntes históricos, corográficos y estadísticos del distrito norte del territorio de la Baja California, formados por el señor licenciado don Manuel Clemente Rojo, en el año de 1872, siendo subjefe político del propio distrito. El mismo licenciado Rojo informa que llegó a la región en 1849 y por conversaciones que tuvo con algunos de los lugareños más ancianos se enteró de que al iniciarse la revolución en 1810 se empezó a resentir la falta de pagos a los soldados de la Compañía Presidial del Distrito Norte, ya que no llegaba con la regularidad de antes el “Habilitado” de Loreto, por lo que la escasez en ocasiones hizo crisis, al grado de que llegó a faltar hasta la ropa más indispensable. Esto lo ilustra con el siguiente cuarteto, con que los mismos fronterizos se burlaban de sus desgracias:

El Cerro de San Vicente
Está que se cae de risa
De ver a las vicenteñas
En túnica y sin camisa.

Consigna también que por los días en que Iturbide lograba desvincular a México de España y se encaminaba hacia el trono imperial, una escuadrilla de corsarios, procedentes de Sudamérica, recorría los mares de Alta y Baja California, hostilizando sus puertos. Da razón de cómo saquearon las iglesias de Loreto, San José y Todos Santos, apoderándose, entre otras cosas, de las valiosísimas perlas que los armadores y buzos habían ofrendado en concepto de diezmos. No precisa fechas ni da nombres de los piratas, a diferencia de otros autores, lo que nos hace pensar que recogió informaciones orales de los vecinos; en cambio da nombres y apellidos de los rancheros que castigaron e hicieron huir a los corsarios. También es de notarse que a éstos no los considera relacionados en ninguna forma con el movimiento de insurgencia, como lo hacen otros historiadores.

Precisamente uno de ellos es Pablo Herrera Carrillo, quien trata la cuestión en un bien documentado artículo que se publicó póstumamente en la revista Calafia bajo el título de “Proclamación de la independencia en Baja California”.

Presenta la tesis general de que Inglaterra tuvo bastante intervención -Oculta en gran parte- en la preparación, inicio y consumación de la independencia de los pueblos hispanoamericanos, con el fin de apoderarse del comercio y minería de éstos, desplazando a España. Que uno de los medios de que se valió fue la masonería que introdujo en todo el continente a través de sus marinos, al extremo de que muchos barcos eran verdaderas “Logias flotantes”. La labor la concentró en la marina española, lo que explica que ésta no diera muchas muestras de lealtad a su rey y por el contrario fueron frecuentes las traiciones. Explica asimismo que ingleses y franceses asesoraron técnicamente -y a veces financiaron- a los revolucionarios hispanoamericanos, a nivel continental. Destaca, por otra parte, que Inglaterra alentó la actividad en los mares de los dominios españoles de individuos que desarrollaban una mezcla difícil de discernir de contrabando, piratería y subversión, ya que a la vez que saqueaban e introducían mercancías ilegalmente en las colonias de España, propagaban en ellas ideas revolucionarias.

Con ese criterio señala que en 1818 el francés Hipólito Bouchard y el inglés Peter Corney, en los barcos corsarios Argentina y Santa Rosa, con banderas de la Provincia Unida del Río de la Plata, tripulados por marinos de diversas nacionalidades, llegaron a Monterrey, Alta California, y lo saquearon e incendiaron. Agrega que en febrero de 1822 el célebre almirante Lord Cochrane, que formó la llamada Escuadra Chilena, envió a Baja California la fragata Independencia y el bergantín Araucano, tripulados por ingleses y chilenos en su mayoría. Desembarcaron en San José del Cabo y tanto ahí como en Todos Santos y Loreto cometieron toda clase de tropelías: Saqueos a casas de autoridades y vecinos, robos de las reliquias de las iglesias, destrucción de archivos parroquiales, etcétera. La supuesta causa de estas agresiones era que Baja California se negaba a jurar la independencia respecto de España, lo que curiosamente dio por resultado que se jurara, bajo esa “Extraña presión”, como la califica Herrera Carrillo, venciendo así la resistencia de los misioneros, que eran en el fondo los que más se oponían.

La polémica de la jura de independencia

En torno al juramento de la independencia se ha formado una polémica ya que debido a que en realidad se juró varias veces y en distintos lugares, unos autores toman en cuenta alguna de ellas y desestiman las demás, mientras que otros piensan de distinta manera. Pablo Herrera Carrillo, por ejemplo, se basa en un parte oficial del capitán y piloto Gerónimo Baster, quien se ostenta como testigo presencial del acto. Éste afirma que se juró el 18 de marzo de 1822, en San José del Cabo, bajo la autoridad del alférez Fernando de la Toba, en nombre del Imperio Mexicano y ante la presión de la referida escuadra insurgente -pirática.

Pablo L. Martínez, en su Historia de Baja California expone otro criterio y lo apoya en un buen número de documentos. Principia por mencionar una jura que hizo Fernando de la Toba el 25 de febrero de 1822, a la que no concede importancia por considerarla una simulación ante el peligro que representaba, la proximidad de los corsarios.

Es de la opinión que “Quien proclamó, juró e hizo jurar la independencia en Baja California por primera vez fue el alférez José María Mata y que este acto se llevó a cabo en la misión de Loreto el 7 de marzo de 1822”. Al efecto explica que el referido bergantín Araucano atacó Loreto, provocando la huida del gobernador y de los misioneros; que Mata logró rechazar a los piratas y aprovechando que tenía el mando militar juró la independencia. En apoyo de esto transcribe tres documentos que obran en el expediente de dicho alférez.

Consigna una segunda jura -de la que no da fecha- efectuada por José María López, quien llegó a la península ostentándose como capitán y comisionado por las autoridades del imperio, y otra más hecha por un verdadero representante de Iturbide, el doctor Agustín Fernández de San Vicente, prebendado de la catedral de Durango. Ésta fue en el presidio de Loreto, el 7 de julio de 1822. En ella se observaron todas las formalidades del caso y “Acabada la ceremonia se procedió al paseo por la plaza […] el síndico procurador arengó al señor comisionado con un discurso en que manifestó su adhesión y entusiasmo al sistema adoptado […] dando fin la función con un baile que se celebró en la casa del señor alcalde”.

Por lo que respecta al juramento en la frontera señala el 16 de mayo de 1822, en San Vicente y transcribe el acta levantada por el comandante José Manuel Ruiz, en la que éste menciona haber recibido del gobernador Argüello orden al respecto, así como copias del Plan de Iguala, Tratados de Córdoba, Decreto de la Regencia del Imperio Mexicano, acta levantada en Loreto, etcétera.

Juicio sobre la polémica

En lo que se refiere a la parte sur de la península, que era la más poblada en esa época, es difícil precisar cuál fue en realidad la primera jura de la independencia, ya que ni la del 25 de febrero en San Antonio, ni la del 7 de marzo en Loreto, ni la del 18 del mismo mes en San José del Cabo, que serían las abocadas al triunfo en esta liza de erudición histórica, cuentan con el acta correspondiente sino sólo con pruebas documentales indirectas, como lo son hojas de servicios, partes o informes, elaborados algunos de ellos años después. De la que sí hay acta es de la del 17 de julio, efectuada por el doctor Agustín Fernández, pero es 4 ó 5 meses posterior a las otras y en gran medida fue para anular los actos de López y asegurar la adhesión al Imperio Mexicano; hay también la de la frontera, más se sobreentiende que aquí se proclamó con posterioridad al sur.

Pero independientemente de lo anterior, lo que sí es muy revelador -Del abandono de la península, de su lejanía del centro del país, de la resistencia de los misioneros, etcétera- es que habiéndose levantado el acta de Independencia en la ciudad de México el 28 de septiembre de 1821, todavía el 17 de julio de 1822, casi diez meses después, un comisionado imperial estuviera promoviendo el juramento de ella en Baja California.

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