Los mercados de trabajo han estado acompañados de mecanismos que discriminan y segregan a ciertos grupos de la sociedad, sin importar las capacidades y potencialidades de los individuos. Estos fenómenos definen la ocupación y los perfiles laborales de las personas por sus diferencias y otras características.

Dentro de los mercados de trabajo algunos perfiles ocupacionales evidencian discriminación laboral, lo cual sucede cuando un grupo poblacional, que difiere de otras personas por procedencia étnica, sexo, por discapacidad, raza y orientación sexual, presenta tasas de desempleo mayores o está limitado a tener empleos de baja categoría y escasa remuneración; por consiguiente, se les dificulta alcanzar ciertos niveles jerárquicos en el sector formal, aunque estén calificados para ello y lógicamente sus salarios son bajos.

Por su parte, la segregación ocupacional es la tendencia de que los individuos se empleen en diferentes ocupaciones por pertenecer a un grupo en específico (Mujeres, indígenas, negros, etc.), separados unos de otros en la estructura ocupacional, lo cual significa la exclusión de estas personas por construcciones sociales.

Con el paso del tiempo, las luchas contra la diferencia de religión, contra el racismo, esclavitud y los movimientos feministas de inicios del siglo XX, han logrado disminuir la desigualdad de estos grupos frente al resto de la sociedad. Sin embargo, los fenómenos de discriminación y segregación laboral siguen latentes, especialmente en países en vía de desarrollo, donde algunos grupos poblacionales se encuentran en condiciones de vulnerabilidad por no ser reconocidos sus derechos, afectando directamente su vida laboral y calidad de vida, como es el caso de la comunidad LGBT.

La discriminación y exclusión laboral por orientación sexual varía para hombres homosexuales, mujeres lesbianas, personas bisexuales y transgeneristas, es decir, está en función de la identidad, construcción y manifestación corporal de la sexualidad. En los vínculos laborales, esta situación se presenta como un problema social contemporáneo, que nace por la falta de aceptación de la diversidad sexual y se contrapone con los patrones culturales patriarcales y homofóbicos.

En este sentido, los procesos de discriminación contra la población LGBT ocasionan que las relaciones sociales de dicha comunidad se establezcan dentro de parámetros de desigualdad, incluso en los mercados laborales, afectando la calidad de vida de los mismos, lo cual desemboca en el no reconocimiento como sujetos laborales y diversos a dicha población.

Los modelos de selección de personal y las estructuras de remuneraciones de los establecimientos están dominados por la existencia de una mayor identificación entre el trabajador con el establecimiento y la comunidad, sin embargo, existen escenarios de discriminación y exclusión dentro de los establecimientos LGBT para las personas entrevistadas, por parte de empresarios o dueños de las unidades productivas y el mismo público. Lo anterior está representado en la asignación de roles y oficios dentro de estos trabajos, dependiendo de los niveles de masculinidad y feminidad, la visibilidad de la identidad sexual en términos comportamentales y expresiones corporales de los empleados.

Mientras que tanto la masculinidad como el qué tan femenina se puedan ver catalogan a algunos de ellos, las personas trans, son quienes sufren de discriminación en la construcción de capital humano, la sociedad y el mercado de trabajo no les otorgan otros escenarios laborales que no sea el estilismo, la presentación de shows de eventos y baile de media noche en discotecas y bares, con lo cual se establece que la dinámica económica y de trabajo de la población LGBT puede estar regida por la relación cuerpo-mercado laboral.

Asimismo, se concluye que no solo existe segregación en los establecimientos LGBT, sino también hay presencia de este fenómeno por formación profesional y áreas ocupacionales en espacios laborales formales, determinado por el reconocimiento y aceptación consigo mismo e identificación del individuo con la comunidad.  El fenómeno de segregación laboral por procesos de discriminación a la comunidad LGBT, es consecuencia del no reconocimiento como sujetos sociales, representado en la injusticia socioeconómica y la injusticia cultural o simbólica. La marginación salarial, la privación de los bienes necesarios para llevar una vida digna y la dominación cultural posiblemente dependen del reconocimiento que tiene el sujeto consigo mismo, el nivel de masculinidad o feminidad de la persona y sí hace visible o no su identidad sexual.

La vulnerabilidad de la población en el territorio, muestra que los procesos administrativos locales que buscan proteger y garantizar los derechos de la comunidad LGBT no son efectivos, ni suficientes. La participación e integración social de dicha población es limitada y no presenta la suficiente fuerza para hacer eficientes los objetivos políticos de promover una vida digna. Por lo tanto, los lineamientos normativos, los proyectos y acciones contemplados por los diferentes planes de desarrollo y políticas públicas LGBT, tienen mayor representación simbólica y política, ya que carecen de aplicabilidad y apoyo para eliminar la injusticia social contra la comunidad, la diversidad de género se debe territorializar sin limitar fronteras que determinen que solo se puede ser gay, lesbiana, bisexual o trans en tal lugar; es necesario que las economías diversas tengan espacio y sea reconocida la potencialidad de la población por los demás grupos de la sociedad y otorgarles la oportunidad de generar un cambio social sin prejuicios e imaginarios colectivos. Además, el territorio no genera los espacios laborales adecuados para que el individuo se realice humanamente dentro de un umbral de justicia social.

En efecto, el fenómeno de segregación laboral por orientación sexual tiene un trasfondo cultural, por lo cual, se debe estructurar la educación de las nuevas generaciones hacia el reconocimiento de la diferencia, eliminando patrones de discriminación, exclusión e imaginarios culturales que atentan contra el bienestar de ciertos grupos de la sociedad, lo cual indica que la educación hacia la diversidad también debe estar orientada hacia las antiguas generaciones y población de edad avanzada, bajo la necesidad de que comprendan los cambios sociales y culturales que demandan la eliminación de comportamientos heteronormativos, heterosexistas y homofóbicos.

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