Durante 2019, la economía mexicana ha entrado en una fase de contracción, evidente en el cambio anual del PIB, ajustado por estacionalidad, de -0.4 por ciento en el tercer trimestre, el cual estuvo precedido de un virtual estancamiento durante la primera mitad del año.

El desempeño económico reciente es insatisfactorio, al menos, por tres razones. En primer lugar, se trata de la tasa de variación promedio anual, hasta septiembre, más baja de los últimos diez años.

Especialmente preocupante resulta el hecho de que el estancamiento y la posterior reducción de la producción corresponde a una caída del ingreso por habitante que ha dañado las posibilidades de bienestar de la población. La evolución económica de últimas fechas representa un retroceso respecto al avance continuo, aunque insuficiente, de este indicador durante la década pasada.

En segundo lugar, el descenso de la actividad económica constituye un agravamiento de la tendencia de desaceleración iniciada a principios de 2017. El deterioro reciente no parece responder, principalmente, a factores de índole externa, sino interna. Varias consideraciones apuntan a esta observación.

La más importante parece provenir de la contribución sectorial al debilitamiento económico. Con mucho, la reducción más aguda de dinamismo ha correspondido a los servicios, los cuales representan el mayor componente de la oferta interna de bienes y servicios.

Mientras que, en los últimos once trimestres, la tasa de variación anual del PIB se redujo 3.7 puntos porcentuales, la correspondiente a los servicios lo hizo en 4.3 puntos porcentuales. En el tercer trimestre de 2019, el sector terciario mostró un dinamismo nulo.

Como en muchas economías, los servicios en México agrupan actividades que, en gran medida, están asociadas al gasto interno y, por lo tanto, no dependen del nivel de actividad del exterior.

La situación económica actual no es indicativa de un periodo recesivo, la creación de puestos de trabajo afiliados al IMSS se mantiene y el salario mínimo se incrementó considerablemente desde principios del año.

Sin embargo, hay signos evidentes de estancamiento de la economía y debilidad del mercado laboral reflejada, principalmente, en el aumento de la ocupación en el sector informal y de la subocupación.

El riesgo en este momento es que los indicadores de actividad económica continúen deteriorándose en las próximas semanas y anuncien que la debilidad de la economía puede acentuarse aún más.

La información de las encuestas entre analistas señala que 2019 será un año de crecimiento cero o casi nulo, que marcará el peor arranque de gobierno desde el de Vicente Fox en 2001.

El crecimiento esperado para este año por los analistas del sector privado en la encuesta de expectativas del Banco de México, publicada el viernes pasado, es de 0.2 por ciento, pero con riesgo de que cierre por debajo de esa cifra.

Eso sugiere la proyección de los analistas de mercados financieros en la encuesta de Citibanamex, publicada ayer, que anticipa un crecimiento de sólo 0.1 por ciento.

En términos de actividad económica, 2019 será un año perdido.

Lo que hay que cuidar son 2020 y los años siguientes para revertir el estancamiento de la economía en un entorno de incertidumbre y riesgos.

La incertidumbre está asociada en buena medida a factores internos ante las dudas en las políticas públicas de la nueva administración.

Eso afecta la confianza y las perspectivas sobre la economía mexicana.

Tan es así que las previsiones de los analistas para el próximo año se siguen revisando a la baja y, en las encuestas de Banxico y Citibanamex, apuntan a un crecimiento de 1.2 por ciento.

Pero es mucho menor al 2 por ciento que se asume en el Paquete Económico de 2020 para las estimaciones de finanzas públicas.

Según la encuesta de Banxico, para 2021 se espera un crecimiento de la economía de 1.8 por ciento.

Es así que durante el periodo 2019-2021, que corresponde a los tres primeros años de la 4T, se prevé que el crecimiento de la actividad económica en México sea de 1.1 por ciento, en el mejor de los casos.

AMLO sostuvo hace unos días que en su gobierno habrá crecimiento y se llegará a la meta de 4 por ciento anual promedio.

Pero no se ve por dónde ni para cuándo alcanzar esa meta de crecimiento sexenal, ni siquiera en la segunda parte de la administración.

El escenario de mediano plazo se presenta retador para la 4T, que debe mantener los pilares de la estabilidad económica, aunque su asignatura pendiente seguirá siendo la falta de crecimiento en el país.

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