Un día cualquiera, no importa la fecha, al final cuando hay información desagradable poco importan los meses y los días, son las seis de la mañana, se siente un frío que cala los huesos, que se puede esperar de un viernes de invierno en Baja California, también en otras partes del país sienten un frío similar, como aquel Estado de la república donde amanecieron con la noticia en la que un menor de once años mató a su maestra, posteriormente se suicidó. Mi percepción distinta a la de los otros es que ese menor aún tenía capacidad de discernimiento, le dio la oportunidad de vivir a algunos niños a los que les dijo <<Váyanse al baño, ustedes me caen bien>> ¿En qué momento decidió que ellos vivirían? Difícil acertar. Cuando quizá su mente perdida se encontraba entre lo cotidiano del diario vivir. Escucho una y otra vez que quizá era un enfermo mental, desequilibrado, nadie habla de la situación que prevaleció entre su relación con la maestra y algunos compañeros, dicen en los periódicos que hubo varios heridos. No ahondaré en aquello de si hay que justificar una reacción violenta. Lo que si se y escuche entre los pasillos de diferentes escuelas es que existen algunos docentes que soslayan algunas actitudes negativas de sus demás compañeros maestros con algunos niños.

Lo que no escucho es lo que digan algo sobre la persona que fue su maestra, del otro docente herido, de quienes fueron sus compañeros y que a su vez resultaron dañados en aquel terrible día, nadie dice nada del entorno escolar que se supone debe cobijar a un infante. La escuela si era tan solícita. ¿Por qué nadie acudió los servicios fúnebres del menor? ¿Intentaron acudir los menores aquellos que “Le caían bien” al niño que se quitó la vida después de cometer aquellos actos? O los padres espantados por la situación que experimentaron prefirieron en una mal entendida ética decidieron por sus propios menores hijos y evitaron que acompañaran a ese chico.

Al final de cuentas están expuestos a la violencia, cada minuto que salen a la calle y están vigilantes en lo que acontece a su alrededor están expuestos a la violencia. Cuando están frente al televisor sin control de los programas que miran, están expuestos a la violencia. Al  caminar por la calle y ven un puesto de revistas con las primeras planas de los diarios acomodadas de tal manera que puedan ser vistas por todos, con fotografías e imágenes de gente que falleció, están expuestos a la violencia. Cada vez que los padres de familia se faltan al respeto entre sí, están expuestos a la violencia. Cuando un gobernante les falta al respeto a sus ciudadanos con comentarios soeces, están expuestos a la violencia. Ahora les pregunto a aquellos adultos que quieran mirar en sus mentes, ¿sólo son los menores los que están expuestos o estamos expuestos todos?

En este mundo de locos para sobrevivir sólo hay que estar más locos que los demás, cada que salgo a la calle veo un panorama como de suelo minado, entre la gente que no sabe por cuánto tiempo conservará su trabajo, o si tendrá que comer cuando llegue la noche. O aquel que sale de su hogar al que espera regresar cuando termine su jornada laboral espera encontrar sus cosas en su casa, sin que haya sido invadida su propiedad. O en espera de que al caer la noche cada integrante de su familia regrese a casa. Pero después de todo eso… ¿A quién le importa? Hoy, recordamos un menor de edad que ha sido evaluado como enfermo mental, desequilibrado y señalado como responsable de aquellas muertes. Once añitos vivió, es en una edad cuando un niño debe estar entretenido con las tareas de la escuela, dibujando, haciendo bromas y practicando algún deporte con sus compañeros y amigos. Su máxima preocupación de ser comer lo que le sirven a la mesa, portar el uniforme con corrección y entregar los deberes escolares.

Pasados los días, ¿está bien la conciencia de los directivos de la escuela? ¿Cómo era la maestra del niño? ¿Cómo era el otro maestro herido? ¿Qué hacían los otros niños heridos? Y les diré, que lo dudo que alguien este preguntando sobre todo lo demás que aconteció para llegar a éste terrible hecho. Que tan cierto es aquello que fue publicado por los medios, que nadie de la escuela donde asistía el menor acudió por compasión y consideración a la familia o ¿Evitaron ver a la cara la omisión de otros hechos que pudieron haber pasado dentro de sus instalaciones? Y si todo fue de esta manera, entonces… Somos una sociedad más enferma de lo que pensamos.

Si a los menores que quisieron ir a acompañar a su compañerito en su viaje sin retorno, sus papás les evitaron hacerlo por NO exponerlos a la violencia, también estamos más enfermos que el pobre niño que falleció y a hasta el último minuto estuvo solo

Mi corazón hoy está de luto, no sólo por el menor que le quitó la vida a la maestra y según dicen… hirió a otros más y después él mismo se quitó la vida. Qué tanto dolor y soledad había en ese ser humano que recién comenzaba a vivir que decidió que no valía la pena estar en este mundo. ¿Qué sucedía con la maestra, dentro del aula en la convivencia cotidiana? O es que según como solemos pensar los mexicanos, TODOS los muertos son buenos, menos el niño que se atrevió a quitarle la vida a otro ser humano, y además a herir físicamente a otros. En qué momento su mente se perdió en los laberintos oscuros del hastío de vivir cada día donde como sociedad, no pudimos darle una oportunidad para vivir un día más y que sintiera que como todos, es el hijo favorito del ser supremo.

Hoy ya no debemos preocuparnos por él, quizá está en un mejor lugar, debemos preocuparnos por los que estamos aquí, realizando una buena tarea al educar a nuestros hijos, enseñarles a vivir en armonía, consideración y compasión a otros. Evitar abonarle a la violencia con lenguaje procaz en la televisión y otros medios, dejar de lado el lenguaje ofensivo utilizado por cada uno de nosotros, y que a todo ello se sumen nuestras autoridades.

Debemos hacer una reflexión y preguntarnos, ¿por qué hay tantos actos criminales? Tomar medidas para mejorar y evitar seguir entrenando menores de edad en una sociedad falta de cuidado con nuestros niños, que nos reclaman con el sonido de las armas y el silencio… Ese  que queda después del último suspiro de una vida que fue quitada por aquel que no fue escuchado en su tiempo, ahora sólo está a la espera de la recriminación, de médicos y psicólogos, justificando una mente sin cordura cuando quizá todo pudo cambiar atendiendo la violencia ejercida mórbida y pasiva de una sociedad que insiste en no ver el cáncer social que consume a sus hijos y se producen delincuentes o asesinos en una edad y un tiempo que sólo deberían dedicarse a vivir, soñar y jugar.

NOTA: No toda la violencia puede ser atribuida a los videojuegos, y por otra parte al escribir lo hoy expuesto, aun no conocía todo lo que se investiga con relación a la familia del menor. Pero esa es una más de las aristas de este hecho doloroso a nuestro país.

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