Soy un ferviente creyente de las manifestaciones públicas. Las personales y las comunitarias. Creo que los ciudadanos tenemos el derecho, el deber, la obligación de participar, desde participar en la vida pública nacional, hasta participar en el “Face”. Una de las más importantes formas de participar es acudir a marchas multitudinarias. Lo he hecho muchas veces desde mis años juveniles. Creo en las marchas ordenadas, respetuosas, alegres, entusiastas. No creo en las que grafitean, ofenden, insultan. Les reconozco también su importancia, pero me generan desconfianza.

El 8 de marzo está convocada una marcha y el 9 una idea novedosa e interesante de “Un día sin nosotras”. Ambas son expresiones de una creciente conciencia nacional en contra de la violencia contra las mujeres, especialmente contra el feminicidio. En las últimas semanas hemos sido testigos distantes de algunos casos públicos que involucran el asesinato y tortura de niñas y jóvenes, y a partir de ahí se ha despertado en todo el país un clima de protesta contra el trato que reciben millones de mujeres en la calle, en su centro de trabajo, en su propia casa.

Muchas organizaciones han manifestado su apoyo abierto y franco a la participación de las mujeres en ese día sin ellas. Algunas otras han manifestado su tolerancia a quienes decidan participar. Las menos, han manifestado su oposición. Aunque en principio estoy de acuerdo con la idea, me parece que se han infiltrado otros intereses cuyos motivos no comparto, especialmente el de la lucha en favor del aborto. Soy un defensor de la vida en todos los casos y en todas las circunstancias. El aborto me parece un crimen inexcusable. Esta incursión en el movimiento no ha hecho sino contaminarlo y poner en duda si la lucha en verdad es en contra de la violencia contra las mujeres, o ésta es simplemente una cortina para esconder las verdaderas motivaciones detrás del llamado a participar en “Un día sin nosotras”.

Pero concediendo que la marcha es legítima, creo también que se queda corta para incidir realmente en cambiar la realidad. Una marcha genera concientización social, gubernamental, personal, etc., y tal vez un poco más. Me parece que si todas las mujeres que se unen a esa causa, le dedicaran una hora de su semana a trabajar con mujeres en situación de abuso o de violencia, incidirían más en tocar y cambiar la realidad que viven muchas mujeres, que lo que incidirán por ausentarse el día 9. Si fueran 10 mil mujeres, y esperemos que sean más, y le dedicaran 1 hora a la semana a trabajar para erradicar la violencia contra las mujeres, tendríamos un trabajo voluntario de 520,000 horas. En EduPaz tenemos un taller de este tipo que se llama Mujer Activa. Es un taller de 4 horas para un máximo de 30 mujeres (Si se incrementa el número no se llega al fondo persona por persona). En un año llegaríamos a 3.9 millones de personas con ese trabajo voluntario.

No se queden en la marcha, no se queden en no salir de su casa, den el paso al trabajo voluntario para ayudar a cambiar la realidad de millones de mujeres.

@pacogarciaburgos.mx

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