…Que se vaya el diablo y que venga Jesús”. Recordé esa parte de la infancia cuando se pronunciaba lo anterior para alejar cualquier peligro, cruzando los dedos índice y medio de cada mano repitiendo eso una y otra vez, al ver en su reciente mañanera al presidente AMLO sacar una estampita de su cartera y decir ¡“Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo!”, cuando estaba comentándose el tema de la pandemia del coronavirus.

Estando en una verdaderamente grave situación de salud y que el presidente haya salido con esta tontería -por no decirlo peor- me causó coraje su nivel de bufonería y de irresponsabilidad cuando miles de personas en el mundo están muriendo por esta causa y en nuestro país no se le ha dado a la pandemia el gravísimo nivel que representa.

He escuchado a distintos estadistas mundiales como Macron, Trudeau, Merkel, sorprendentemente el presidente de El Salvador Bukele e, incluso al disparatado de Trump -entre otros- tratar el tema con la gravedad y gran responsabilidad que amerita, y ciertamente me da vergüenza y rabia que López Obrador se pase de bufón convirtiéndose, incluso, en un hazmerreír mundial.

Bajo esta bufona e irresponsable conducción, México reporta al día de hoy 118 casos confirmados (sólo el área de San Diego tiene reportados 88 casos confirmados) y, francamente, no creo en las cifras del gobierno federal pues además de que el subsecretario de Salud en el colmo de la adulación pregona la ‘fuerza moral del presidente contra el coronavirus’, el propio AMLO está renuente a toda forma razonada y razonable de prevención, incluyendo la distancia social indicada por autoridades internacionales de salud y expertos epidemiológicos pues ni el mismo la respeta.

En este gravísimo momento de riesgo mundial el país está harto -y seguramente muchos ciudadanos arrepentidos- de este ejercicio presidencial. Si bien a las masas le puede agradar la bufonería, los chascarrillos, los dislates y sus continuos disparates, es momento de decir basta a tanta sarta de tonterías como eso de ‘abrazos no balazos’, ‘fuchi caca’, ‘es culpa de los conservadores y neoliberales’, ‘Detente’ y muchos etcéteras más.

Serán nuestros propios cuidados preventivos personales y familiares los que nos permitirán evitar -tal vez y ojalá- el acercamiento y eventual contagio del virus, debiendo en todo momento imperar el sano juicio, el buen criterio, y el sentido común. Pero de lo que no hay duda es que la vida a partir de entonces será diferente en muchos sentidos.

A estas alturas del ejercicio presidencial me parece que AMLO se quedó en la etapa de eterno opositor y no ha mostrado a lo largo de sus 17 meses de ejercicio ser un real y verdadero estadista; al contrario, está más ocupado en conservar el control político del legislativo a través de sus diversos programas clientelares buscando evitar la revocación de mandato. En la década de los 90 un congreso opositor al presidente ecuatoriano Abdalá Bucaram lo removió de su cargo por “insanidad mental”, pero la mayoría legislativa actual -en ambas cámaras- es morenista y eso es lo que habría que evitar en la siguiente elección de diputados federales para que en verdad exista un contrapeso al virreinato actual -muy parecido al mirreinato-.

Seguramente el presidente AMLO aplica el ‘Detente’ y el ‘fuchi caca’ en el combate a la delincuencia y con razón estamos tan mal. Es evidente que no existe estrategia definida pues los resultados están a la vista: la delincuencia organizada operando libremente a lo largo y ancho del país. Y que conste: no se le pide al gobierno de a conocer cuál es su estrategia sino que en la medición de resultados (delitos cometidos, incrementos delictivos, asuntos judicializados, etcétera) la delincuencia común ha crecido en este gobierno aproximadamente 30 por ciento, en tanto que la organizada no sólo sigue sin contención sino que ha incrementado la temeridad en su actuar. Lo anterior, aunado al hecho de que los niveles de impunidad están en el orden del 94 por ciento -delitos cometidos contra delitos resueltos y judicializados-.

La inteligencia en el combate al crimen es fundamental; vea usted unas muestras: hace unos días el gobierno de Estados Unidos anunció un importante golpe al CJNG, al capturar en su territorio a más de 250 de sus integrantes, confiscar 1.7 millones de dólares y más de 600 kilos de drogas diversas, como parte de un operativo denominado “Pitón”. En la década pasada se realizó en Colombia la “Operación Fronteras”, que se anunció como el “golpe de la década” al desarticular 4 redes de narcotraficantes y capturar 21 personas entre quienes figuraban 12 pilotos y una mujer, acusada de ser el enlace entre cárteles mexicanos y colombianos; en Estados Unidos el operativo “Xcellerator” que permitió la captura de 750 personas, desmanteló una red que operaba en más de la mitad de su territorio, decomisó casi 60 millones de dólares, una muy considerable cantidad de droga, 159 vehículos, 3 embarcaciones y 3 aeronaves; y en Puerto Rico el operativo “Guard Shack”, donde después de un par de años de investigaciones y en el que intervinieron cerca de mil agentes del FBI se dieron importantes y numerosas capturas desmantelando organizaciones criminales -fueron detenidos 133 policías, funcionarios públicos, militares en activo y en retiro, y diversos civiles-.

Antecedentes en nuestro país, de acciones similares con resultados similares, simplemente no los hay. No los hubo con Fox, con Calderón ni con Peña Nieto, y mucho menos ahora con AMLO. Vaya, no se realiza ninguna labor de inteligencia ni siquiera en tráfico de menor escala, que permitiría darle seguimiento al ‘burrero’ que es capturado en algún aeropuerto local –particularmente Ciudad Juárez o Tijuana- con narcóticos diversos, hasta regresar el hilo conductor a su lugar de procedencia y de allí seguir la pista. Pero no. Siempre se trabaja al ‘a ver qué sale’.

Para mayor ilustración allí está el caso de Ovidio Guzmán.

Fue hasta el tercer año del gobierno de Calderón que se comenzó a vislumbrar lo errático de su guerra contra el crimen organizado, pero fue hasta la mitad de su quinto año de gobierno cuando se patentizó su marcado fracaso al respecto y de allí mi libro “Que la nación se lo demande -cronología de la fallida guerra presidencial contra el crimen organizado-”.

A López Obrador le ha bastado tan sólo 18 meses de ejercicio para constatar lo fallido de su combate a la delincuencia y eso es algo que la nación le debe reclamar a tiempo.

El próximo año AMLO quiere que se vote la revocación -o no- de su mandato y será, entonces, el momento oportuno para ello.

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