Por: Lylia Ciriam Verdugo Ruiz.

Hay temas que por su propia naturaleza y los sentimientos que provoca en las personas no pueden dejar de ser abordados, uno de ellos es el ser migrante. Cuando pensamos en “migrante” de forma inmediata recordamos aquellos mexicanos que se van al vecino país del norte. ¿Qué hay de todos aquellos que se van de su pueblo a las grandes ciudades? Ingresan a un lugar distinto al de su origen, en el que aun si es su mismo Estado, hay diferencias entre las personas. Permanecer en un lugar con la intención de hacer para sí mismos y sus propias familias un mejor futuro, les enfrenta a una realidad que desconocían, formas de hablar, convivir y hasta cocinar.

Se dice que el migrante en su término genérico de uso común, es aquella persona que se traslada fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea dentro de un país o a través de una frontera. Nuestra entidad en cada uno de sus seis municipios alberga personas de diferentes etnias de distintas entidades federativas, así como personas de países diferentes.

Eso trae un cambio paulatino e inminente, ya que las costumbres, el idioma, la música y hasta la forma de preparar alimentos se ve modificada en una simbiosis social permanente e imperceptible. De ella todos somos parte, algunos manifiestan que eso no es cierto, pero la realidad es muy distinta, terminamos adaptándonos a las personas que llegan o se van, de manera imperceptible vemos cambiar nuestro entorno.

Lo que más afecta en otros lugares y nuestro Estado, es el hecho de las personas que van “de paso”  y lo ven como eso “de paso” (situación que provoca poco amor a la tierra que los cobija y parece en algunos momentos que no hay un compromiso social con las demás personas en el lugar que les proporciona sustento a ellos y a sus familias).

Por ello, en las colonias, calles y algunas casas se percibe ese dejo de “no estaré mucho tiempo, sólo estoy de paso”, lo curioso es ver que con el transcurrir del tiempo cuando deben llenar alguna documentación aquellos que dicen que estarán unos días, al recapitular sus vidas se percatan de que han permanecido varios años y hasta décadas en el lugar que dijeron que sólo estarían un “poquito de tiempo”.

Las ciudades fronterizas como la nuestra, encierran su propio encanto, de forma imperceptible se amoldan a los colores y las formas de quienes llegaron de otro lugar, después quizá veamos otros colores y texturas entre las calles de nuestras ciudades. También hay que mencionar que junto con ellos traen su propia instrucción, lo que se ve reflejado en los trabajos que prestan en nuestras ciudades, así como a incorporación de otras palabras al lenguaje común.

Cada uno de los seis municipios que integran nuestro Estado, enfrentan una realidad que se hace patente cuando la movilidad humana nos afecta, ya sea por la ubicación de los centros de apoyo o centro de estancia temporal para migrantes y se posesionan de un espacio social desde su llegada; y nuestro país se afecta por ser el destino no planeado para muchos cuyo interés es llegar a los Estados Unidos de Norteamérica.

Quizá por motivo de la pandemia, disminuyó la cantidad de migrantes que intentan cruzar sin documentos al vecino país o no se ha dicho nada sobre ello, o en el peor de los casos omití escuchar las historias de los migrantes, en cualquier circunstancia, el hecho de que no se comente no quiere decir que no pase.  

En días como hoy en que se presta ayuda a las personas con necesidades económicas por parte de las autoridades, no escucho que se esté hablando de los migrantes, no todos tienen sus vidas resueltas; poco se menciona sobre los albergues. Aquello de saber la forma en que se alimentan y cubren todas aquellas necesidades primordiales ha quedado de lado.

Tampoco se dice de qué manera se está cubriendo la situación educativa. Si, necesidades a cubrir son muchas, tengamos presente que todos somos y hemos sido migrantes. Las ciudades fronterizas como las nuestras, se han conformado por personas que llegan de otros lugares del país y/o de otros países.

Eso debería de hacernos más empáticos con las necesidades de aquellos que llegaron como nosotros, en la búsqueda de mejor fortuna. En mi caso cambié de lugar de residencia por estudiar una carrera universitaria, después me quedé por cuestiones de empleo. Comprendo muy bien aquello de que la tierra de uno es dónde encuentras lo que necesitas, te acoge, te cobija y junto con ella creces.

Quizás es tiempo de recordar que nuestro país en el desplazamiento humano, dejó de ser para muchos un país tránsito para convertirse en un lugar de destino temporal o definitivo. Con ello nuestro Estado, cambia cualquier panorama social.

Mientras pensamos en la vida que llevamos, recordemos que muchos somos migrantes, aunque quizá no extranjeros, todos participamos en el crecimiento del lugar en el que decidimos vivir. Hagamos una vida tranquila y viable para todos.

“Planificación, paciencia y perseverancia son las claves del éxito. Lo más difícil no es emigrar, es mantenerse en el nuevo país”.                                                                                        Mariana Ramírez.

“Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, por que el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o que ha hecho antes”.                Isabel allende.

“Es muy fuerte tener a media familia a un océano de distancia”.                                 Luigi Palumbo.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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