Por: Lylia Ciriam Verdugo Ruiz.

Personajes conocemos a lo largo de nuestras vidas, pero referirnos a Lucila Godoy Alcayaga, más conocida como Gabriela Mistral, (1889-1957) quién sobresalió como poeta, diplomática y pedagoga; es reconocer la labor de una mujer entregada al mundo de la educación.

En términos actuales una mujer de avanzada y dedicada a ser y alcanzar lo que quiso ser. Escribió de manera mágica versos en su poesía “Besos” (mi favorita) , como aquel que dice:

“Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas, como un campo de sol entre dos hielos”. Personaje que dejó una huella que permanece y en la que es recordada por sus versos de amor o sus escritos entregados a la docencia. Como el de su oración a la maestra, reflejando el apostolado que muchas mujeres hacen y ejercen desde la trinchera que es un escritorio.

Si bien es cierto, hoy vemos que las maestras han llegado a ocupar la sala de la casa, el comedor u otro espacio del lugar con el que habita con su familia. En aquel escrito, manifiesta el reconocimiento a su propia fragilidad cuando escribe:

“Hazme fuerte, aún en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda opresión que no sea la voluntad ardiente sobre mi vida”. Sus palabras reflejaron su amor por la docencia, que con fervor desempeñó una de las labores más nobles que existen y han existido.

Ser maestra, en donde con amor y respeto decía —Los maestros deben mostrar las bellezas y miserias de su escuela, para crear lenta pero seguramente, la simpatía de la ciudad hacia ella, ya que sólo conocer conduce a amar. La vida de un establecimiento no ha de ser de su interior, subterránea, fría: se ha de derramar hacia fuera.

Exhibición, no; transparencia de la labor que se realiza, plena luz en torno a ella, porque es honrada, y petición de ayuda, porque a todos importa la casa de los niños, porque debe ser de ella la preocupación latente de todos los hombres y mujeres buenos y conscientes—.

Quizá hoy, que vivimos en una época en la que debemos reforzar nuestra fortaleza interna, la poesía nos llene el corazón y el alma para ser mejores docentes y con ello poder trasmitir de mejor manera el conocimiento que tomen nuestros educandos.

El camino de la docencia, como muchos otros no es fácil, hay quienes se dedican a la instrucción de niños y jóvenes, otros que nos dedicamos a la instrucción de nuevos profesionistas. Un trabajo complicado a desarrollar al que nos enfrentamos día con día, requiere entrega, disciplina e interés de saber más para trasmitir de mejor manera los conocimientos. También es un reto lograr que los alumnos del nivel que sea, se interesen por saber más y desempeñarse con ética en cualquier disciplina.

Suena de fácil ejecución, pero los retos que enfrentamos los docentes al día de hoy, son muchos.

En el mundo de información que existe hoy en las redes, donde está al alcance de todos, es un reto hacer interesante las clases correspondientes e incluso permitir que las propias incógnitas del alumno lo lleven a buscar respuestas con resultados óptimos.

Por si fuera poco, la época en que vivimos a muchos nos ha llevado a recibir cursos alternos a nuestras clases. Todos nos convertimos de la noche a la mañana en docentes y a la vez alumnos. Las actualizaciones a quienes nos dedicamos a la enseñanza también por el momento son línea, y todo aquello que una persona quiere aprender está en las redes; desde clases de costura, pintura hasta cualquier cosa que se imaginen.

Un personaje como el que hoy menciono, nació a finales del siglo pasado y vio los cambios de un continente que se adaptó a las adversidades económicas, políticas y sociales de la época.  

Lo plasmado en sus escritos deja entrever lo inconforme que se sentía al percibir el dolor de un pueblo que veía, percibía como muchos poetas, en la piel, la sangre y el perfume de las flores sentir lo que era su gente de su país de origen (Chile). Pero que guardadas las circunstancias y proporciones no nos es indiferente aun en el día de hoy.

Si omitiéramos el nombre del lugar de dónde nació, podríamos reconocer en sus líneas el dolor de cualquier pueblo de nuestro continente. Se percibe su sentir en cada una de sus líneas en su escrito “Desolación” que en uno de sus fragmentos dice:

“La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. La tierra a la que vine no tiene primavera: Tiene su noche larga que cualquier madre esconde. El viento hace a mi casa su ronda de sollozos y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. Y en la llanura blanca, de horizonte infinito, miro morir intensos ocasos dolorosos”.

Evitaré mencionar las calamidades que hoy aquejan a nuestros pueblos, cada uno sabe la llaga que guarda el corazón de cada uno de nosotros, pero mientras podamos sentir y vibrar con unos versos, quizá no todo para el mundo esté perdido, el sentimiento del hombre al amor, a proteger a otros y enseñar, hasta donde sé nos hace mejores a cada uno de nosotros.

Quiero manifestar que, aunque en mi escrito me refiero a las mujeres maestras, reconozco el esfuerzo y trabajo de los hombres como docentes, que al hacer esa labor enriquecen a los niños y jóvenes del lugar en que se encuentren.  

En el último mes de un año complicado, el amor a servir y enseñar está de manera permanente en cada uno de nosotros, nos dediquemos a la docencia o no.

“creo que un gran maestro es un gran artista y hay tan pocos como hay grandes artistas. La enseñanza puede ser el más grande de las artes ya que el medio es la mente y el espíritu humanos”.                                                                                                                       John Steinbeck.

“Cuando aprendes, enseña. Cuando recibes, da”.                               Maya Angelou.

“Nunca olvidamos lo que aprendemos con placer”.                                  Alfred Mercier.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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