Historias De-Vidas

Por: Claudia Rosales.

“El lunes tengo un evento, espero que puedas venir, no me vayas a salir con una perorata de pretextos o cosas. Contamos contigo”

Pero, ¿qué pasa si ese “conmigo” no quiere ir, no puede ir, no considera ir?

¿Por qué será (léase con tono de rola de Natalia Lafourcade ♪♪) que nos cuesta tanto trabajo decir simplemente NO? “no, no voy a ir”.

¿Tenemos un problema asociado con alguna herencia cultural o de plano estamos peleados con la franqueza?

Desde que tengo memoria, siempre han existido las excusas redundantes o miles de maromas (“paros” les decimos en el norte) para evitar decir un simple “NO”.

Y esta es la raíz de muchas broncas, y la verdad es que, “No es No” pero nosotros lo convertimos en un interminable y creativo juego de cientos de opciones:
-“Mmm pues haré lo posible pero sin prometer algo, aunque claro que muero de ganas de ir…yo te aviso”

-“Híjole, es que llegaron mis hijos con un montón de tarea” (que a veces ni revisamos).

– “!Ay si, claro, pero te aviso cuando vaya saliendo! …Ya ves que luego se atraviesan cosas”

…Y millones de etcéteras.

¿Por qué? ¿Acaso se va a sentir insultado o agredido quien recibe una negativa a una invitación?  Pues al parecer sí. Todo parece indicar que tenemos problemas no solamente con decirlo, sino con recibirlo.

¡Pobre “NO”, ha de ser un suplicio para él, como buen y aplicado adverbio, vivir en la cultura mexicana!

Una cultura que vive mucho (aunque lo neguemos) del “qué dirán”

¿Qué va a decir si le digo que no? Que soy una sangrona, pedante o que si quién chingados me creo para nomás decir “No”.

Y es real, ¡somos penosos a madres! No para gritar “ajúa” ni para hacer alarde de muchas cosas, pero para una negación, nos pintamos solos.  Inclusive, hasta cuando compramos algo que no está en buen estado o que salió defectuoso, y nos vemos en la necesidad de regresar, la mayoría de las personas salen con:

“ ¡Ay qué pena, pero fíjate que como que se le sale un “hilito” de aquí a la blusa y el ojal está “flojito” (hablando en diminutivo -con nombres de pastel, como dice la canción de Mecano-).  Y hablamos en diminutivo para quitarle gravedad al asunto.

¿Cuál gravedad? ¿Qué de malo puede haber en decir: “Esta blusa salió defectuosa, se le sale un hilo y el ojal no sirve”?  Ninguna, la verdad, ninguna.  Pero ha sido cuestión de herencia y educación, el hecho de no atrevernos a decir las cosas como son.

Demasiados malos entendidos se evitarían, tan solo diciendo “NO”

No puedo, no quiero, no me es posible, no es prudente (ahora que estamos en pandemia), no me gusta, no me toques, no quiero que me beses, no saldré contigo, no te acerques, no me grites, no me hables así. NO, NO, NO… ¡Y punto!

¡Por algo existe la “palabrita” “pooooes”!

Es tan mágica como los grandiosos: Gracias, por favor, buenos días/tardes/noches, y con permiso.

De hecho, si recapitulamos en nuestras vidas, primero decimos NO, antes que decir SI.

Cuando somos bebés, una de las primeras indicaciones de los padres es el “No”.

Un “NO” con fuerza hacia los hijos, cuando van hacia un lugar peligroso o donde puedan corres riesgos, ha sido vital para todos.

¿Cuántas veces quienes somos padres de familia no seguimos usándolo sin la menor de las penas ni tapujos? Entonces ¿Por qué nos cuesta extenderlo hacia el resto de la sociedad?

Considero que la franqueza es un valor que no debiera dejarse en “la banca”

Ser francos, nos permite expresarnos libremente, ya sea por gustos o disgustos en situaciones reales y hasta de la imaginación.

Para poder convivir en sociedad, es necesaria la franqueza como un valor humano. ¿Por qué? Porque ser francos tiene su raíz en la VERDAD.  Y toda verdad nos conduce a la credibilidad y a la confianza mutua.

Seamos sinceros, seamos francos…dejemos atrás el ser “sacatones” y hablemos de frente, sabiéndonos amigos y poseedores de esa arma tan valiosa y ese también escudo tan poderoso que es el “NO”.

Ser sinceros nos conduce a una convivencia sana, ya que compartimos conociendo los puntos de vista de cada quien; nos comunicamos abiertamente y sin máscaras, y sobre todas las cosas: Aprendemos con ello, a ser tolerantes y respetuosos de las decisiones o preferencias de los demás.

Quizás sea una labor de construcción y reconstrucción personal, donde cada cual llegue a poseer pensamientos y sentimientos claros y sanos (sobre todo sanos), hasta ser capaces de expresar libremente inconformidades, injusticias, desilusiones, sufrimientos, etc.

¡Claro todo esto, sin dejar de lado la cortesía en un perfecto equilibrio con la firmeza!

Podría leerse complicada la combinación (entre ser cortés y ser firme), pero “la neta”, nada está peor que decir “si”, y luego no cumplir o bien, convertirse en una cajita de pandora, llena de sorpresas “pretextivas” O peor aún, decir que si, en contra de nuestra voluntad.

Y nada es más catastrófico que sufrir con uno mismo, y atentar contra nuestra libertad de decir abierta y francamente: “No”

¡Que se agüite quien quiera, total nadie pone una calle con nuestro nombre!

Ps.1. Pueden comenzar su entrenamiento de negativas con las ya famosas derivaciones: “nopirilop”, “nanais”, “nopi”, etc. Jajaja.

Ps.2. Esto se trata de sumar, de aunar criterios…es un trabajo de construcción.  La siguiente vez, que te digan NO, tómalo como un acto de madurez por parte del otro.

Ps.3. Si hablamos sin diminutivos, no pasa nada, ¿eh? “En verdad Os digo”

Ps.4. Estamos en pandemia, si los invitaron de sus trabajos, o sus familiares a una “juntadita”, sépanse en riesgo propio y también como posibles generadores de un riesgo para otros. Digan que “no” que no es PRUDENTE.  Esa prudencia (tan olvidada y “banqueada”), es también un valor altamente necesario…así, como la franqueza. Es más, ¡hasta creo que son amigas!

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

0 Comments

Leave a Comment

Síguenos

GOOGLE PLUS

PINTEREST

FLICKR

INSTAGRAM

Síguenos

Etiquetas