Relatos de ultratumba

Por: Jorge Vargas.

Por mucho tiempo, se ha dicho que el diablo ha sido el causante de muchas de las desgracias en este mundo, pero el protagonista de esta historia nos dice lo contrario.

Al pintor, de nombre Francisco, antes de que comenzara a pintar, el padre le hizo especial hincapié en que se esmerara en arreglar la imagen de San Miguel Arcángel:

“Quiero que quede todo muy bien, arregla a los santos y a las vírgenes.  ¡Que parezcan como nuevos! pero no te preocupes del diablo, ese no importa”-dijo el Padre, mientras le mostraba a Francisco el lugar donde estaban las pinturas que debía restaurar. 


Francisco no le dio mayor importancia a los comentarios del Padre y se dispuso a trabajar, sacó de una maleta pinturas y pinceles. Empezó con los ángeles y querubines, después con las vírgenes y ya entrada la noche, con los demás santos.


Ya cansado,  decidió dejar el arreglo de San Miguel Arcángel para el día siguiente, así con la luz del sol podría hacer un mejor trabajo y se dispuso a dormir.
Francisco se encontraba ya medio dormido cuando de repente escuchó como alguien caminaba sigilosamente por  los pasillos del templo. Francisco abrió los ojos y un escalofrío recorrió su cuerpo, miedo lo invadió por un momento… pero este duró muy poco, porque escuchó que alguien vaciaba las urnas donde los feligreses depositaban las limosnas.

Al pintor se le hizo raro que a esas horas de la madrugada se hicieran actividades; Francisco se levantó con mucho cuidado para no ser descubierto y vio claramente a una mujer vaciando las urnas, para luego meter el dinero en un saco de lona, y desaparecer en la penumbra de la noche.

Francisco no daba cabida a que alguien hiciera algo así, pero después de pensarlo cayó en cuenta de que eso no era asunto suyo, ni mucho menos su problema y volvió a dormir.

Al día siguiente, Francisco se levantó muy temprano para continuar con su trabajo, con sumo cuidado pintaba los defectos de la pintura de San Miguel Arcángel, cuando se escuchó que las puertas del templo se abrían.

Era el Padre, que llegaba al templo en compañía de la mujer que la noche anterior había visto robándose las limosnas. Vio como el Padre se acercaba a una de las urnas donde se encontraban las limosnas, cuando lo escuchó gritar:

¡El diablo nos volvió a robar!

Mientras el Padre hablaba con la mujer, Francisco se acercó y le dijo: “No fue el diablo Padre, fue esta mujer que tiene al lado suyo; anoche yo me quedé a dormir aquí y la vi meterse a escondidas y vaciar las urnas.

El Padre no daba crédito a lo que el pintor decía y furioso reprendió  a Francisco:

-¿Cómo es posible que digas eso? ella una mujer respetable y temerosa de Dios, no puede ser que digas eso de ella, el diablo te está haciendo ver visiones.

-¡No padre!  ¡Ella fue, yo la vi, es una ladrona! respondió Francisco.

Pero fue en vano. El Padre no quiso escuchar más y se retiró del templo, disculpándose con aquella mujer. Francisco quedó atónito ante la incredulidad del Padre, ya que él había sido testigo pero todo fue en inútil. Así que mejor decidió volver a trabajar para sí, retirarse lo más pronto posible de ahí.

Estaba a punto de guardar sus cosas, cuando vio la desgastada imagen del diablo a los pies de San Miguel Arcángel, sintió lástima por todas las injurias y maltrato que sin merecer recibía aquel pobre diablo. Así que, sacó su mejor pincel y se dispuso a restaurar la figura de aquel pobre diablo.  Al terminar, acudió con el Padre para recibir la paga por las restauraciones, una vez pagada la deuda se retiró de ahí.

Saliendo de ahí, se topó con aquella mujer que  sin razón alguna comenzó a gritar por ayuda. Rápidamente varios hombres se abalanzaron contra Francisco. La mujer comenzó a decirles que le había robado y fue apresado, donde el juez le aplicaría la mayor sentencia por robo.

-¡Soy inocente! -gritaba con desesperación-  Explicando que ese dinero era fruto de su trabajo juraba y perjuraba aquel pobre pintor, pero sus súplicas eran en vano.

Cuando era trasportado para llevarlo a la horca, un hombre vestido de negro detuvo a la multitud que lo llevaba, y este le contó detalladamente, cómo esa mujer había robado las limosnas.

Como si tratara de un hechizo Francisco vio cómo aquellos hombres escuchaban atentos el relato de aquel hombre, para después dejarlo en libertad.

Francisco quiso darle las gracias al hombre aparecido,  pero antes de que dijera nada, este lo jaló fuera de la multitud, para llevarlo a otro lugar y decirle:

¡Cállate que si te oyen y me descubren te ahorcan ahora sí y a mi contigo!

Entonces aquel hombre sacó de su bolsillo el pincel fino que Francisco había dejado tirado el día que lo apresaron. Se lo entregó, para luego seguir su camino perdiéndose entre la gente, en ese momento, el pintor se dio cuenta que se trataba del mismísimo diablo de la capilla de San Miguel.

 Que había acudido en su auxilio, para devolver el favor y la bondad otorgados por el pintor.

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