Relatos de Ultratumba

Por: Jorge Vargas

Cuando tenía 16 años nos fuimos a vivir a las afueras de la ciudad, un lugar muy alejado de todo bullicio.

Solo teníamos un vecino, al parecer era un hombre mayor que vivía solo desde hace mucho tiempo. Era solitario y un poco mal  genio, tampoco es que nosotros fuéramos muy sociables.

Mi padre, mi madre, mi hermano de 10 años y yo, tampoco salíamos a ningún lado, sólo a lo estrictamente necesario.

Una tarde, mi hermano y yo estábamos pateando un balón, en una de esas mi hermano tiró el balón al lado de la cerca del vecino, yo fui rápido a traerlo con temor de que el dueño se molestara. Cuando fui por él, un chico de mi misma edad lo tenía en sus manos y me lo entregó sonriente, lo recibí un tanto asombrado, según entendí allí no vivía si no un solo hombre mayor.

Lo invité a jugar con nosotros, se rio con tristeza y dijo: no puedo salir de aquí y espero que no vuelvas, es peligroso. Me fui muy preocupado y le conté a mi padre lo ocurrido. Él también se mostró muy pensativo por aquella situación.

Un día mi hermano vio a varios chicos corriendo por el lugar, al parecer jugaban pero se veían con miedo, esto no estaba bien, de nuevo le contamos a mi padre, él siempre ha  sido un hombre muy centrado en sus cosas, nos propuso vigilar con cautela aquella casa.

Una noche estábamos los tres, mirando con binoculares el lugar, mi hermano pudo ver un chico que huía, me pasó los binoculares y también yo pude verlo, pero cuando le tocó a mi padre, este dijo que no podía ver a nadie, la situación quedó ahí, seguíamos vigilantes pero no se veía nada.

Un día cuando anochecía estábamos los tres jugando fútbol, cuando vimos llegar al vecino con una bolsa bastante extraña y grande, parecía un cadáver, esto sí que lo pudo ver mi padre. Ya en la noche escuchamos un grito, los 4 hasta mi madre que no nos había hecho mucho caso se preocupó. Mi padre dijo que daría aviso a la policía.

En la mañana salí con mi hermano menor y yo me quedé afuera de la casa. Cuando iba a entrar, el mismo chico que vi la primera vez, me hizo señas para que me acercara. Cuando estuve cerca, me dijo: diles que busquen en el refrigerador del sótano y caben en el árbol detrás de la casa.

Le pregunté ¿por qué?,  ¿Qué pasaba?,  pero  huyó, desde lejos me gritó dándome las gracias.

La policía registró todo pero no pudo encontrar nada, ya se retiraban del lugar y fueron a despedirse de mi padre, yo me acerqué y les dije que buscaran en el refrigerador del sótano y en el árbol detrás de la casa como me había dicho el chico.
Todo se llenó de policías e investigadores forenses.

Según le contó la policía a mi padre, en el refrigerador había por lo menos dos cuerpos o partes de ellos; junto al árbol había enterrados por lo menos los huesos de 7 u 8 chicos, al parecer el hombre los raptó para ir comiéndolos poco a poco. A algunos los traía vivos a casa, a otros los mataba antes de traerlos.

El viejo era un veterano militar. En una época que lo designaron a África, aprendió a comer carne humana y nunca dejó de hacerlo. Si no hubiese sido por nosotros, el hombre seguiría con su macabra carnicería.
La casa vecina quedó sola, ya hace tiempo que pasó esta historia, nadie quiere saber de un lugar tan macabro.

Algunas noches se escucha reír a chicos, y yo en ocasiones, siento que me susurran al oído:
Gracias por tu ayuda.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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