Pláticas-De-Vidas

Por: Claudia Rosales.

Tengo claro en mi mente el día que conocí a Cristina, fue en 1991.

Yo formaba parte de un grupo de jóvenes, y en el verano de ese año, me tocaba dirigir un campamento con su hermano (uno de mis grandes amigos).

Para preparar el programa del campamento, me fui dos semanas antes y me hospedé en la casa de la familia de mi amigo.

Cursaba mi segundo año de arquitectura, y al entrar a esa casa y experimentar los espacios en medios niveles, sentí el impulso de tatuarme el diseño en el cerebro.  ¡Todo era hermoso! La mamá, la casa, el barrio, la hospitalidad.

Como buenos anfitriones, me cedieron el cuarto de Cristina mientras yo estuviera ahí. 

Con decirles que mi primer encuentro, con la mamá de Cristina y mi amigo Ernesto, fue justo cuando ella iba saliendo a una reunión de amigos con Louise Noëlle, Germán Dehesa, Elena Poniatowska… ¡No pues woow! (Claro cuando Elenita Poniatowska era otra historia jijiji)

Cristina llegó como al tercer o cuarto día de mi arribo, y encontró a una intrusa norteña en su cuarto, nos presentamos, y me acuerdo que pensé: ¡Qué bonita es!

Ella era en ese entonces una adolescente guapísima (sigue siendo una mujer muy hermosa). 

En esa familia experimenté el ambiente cultural en toda su expresión y constaté la diferencia de la vida en el antes D.F. (ahora CDMX), con respecto a la de la frontera.

Platiqué muy poco con Cristina, pues siempre tenía salidas y para cada salida usaba unos atuendos maravillosamente bien escogidos.  ¡Aparte todo le quedaba bien!

Pongo esto como antecedente, para que puedan visualizar a una muchacha en pleno crecimiento y proceso de madurez, muy bonita, super bien arreglada sin exagerar, con poco maquillaje, pero con un gusto exquisito, de buena cuna y esfera intelectual de nivel elevado. 

Pues bien, esa hermosa muchacha recién regresaba a su casa de una larga pesadilla en Holanda.

Cristina, había sido victima de acoso sexual por parte, de quien fuera un amigo de la familia. 

Su madre había hecho varios amigos en la universidad mientras estudiaba antropología. Uno de esos “grandes” amigos fue: Sergio Perezalonso (de Managua, Nicaragua).

Cito textualmente:

“La familia de él era considerada como una familia bien.

Vivian cómodamente y sin apuros económicos de algún tipo. En 1979, empezó la Revolución Sandinista, con el objetivo de terminar con la dictadura de la familia Somoza.

María Cristina y Sergio les pidieron a mis papás que, por favor, les dieran asilo a sus hijos Sergio, Alejandro y Carolina.

Para poder sacar a los niños del país, mis papas los adoptaron legalmente y en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, llegaron a nuestro país a quedarse hasta que el conflicto armado en Nicaragua terminara. Así empezó mi amistad con Carolina.

Años después, designaron al hermano de María Cristina, como Embajador de Nicaragua en Holanda; a María Cristina la nombraron Cónsul y al papá de Carolina le dieron un puesto medio “pinshi”.

¡Ahí va toda la familia a Holanda!

Un día le pregunté a mis papás si era posible irme a estudiar a Holanda. Mi mamá preguntó y dijeron que sí.

¡Emoción total!

Cuando llegué, me topé con la noticia de que María Cristina, se había regresado a Nicaragua para algo relacionado con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

No había fecha para su regreso.

La escuela empezó e hice amigos casi desde el primer día. Uno de ellos se llama Robert Breton. Tipazo (Seguimos siendo muy buenos amigos).

Pasaron un par de meses y, una noche en la que yo estaba recostada en un sillón verde, viendo la tele, cuando ya todos estaban dormidos, el papá de Carolina puso una silla que creo era bastante cómoda junto a mí.

Empezó a platicar.

Metió su mano en la bolsa delantera de mis “jeans”. Me empezó a acariciar mi “colita”.  No grité.

¡NO PUDE DECIR QUE NO!

No entiendo por qué. Ya tenía 15 años.

No entendía por qué lo estaba haciendo, tampoco por qué no me podía mover, tampoco llorar.

Lo peor: sentí rico.

Eso, me hace sentir mal hasta el día de hoy.

Cuando terminó de jugar conmigo, me agarró de la muñeca de mi brazo izquierda y trató de meter mi mano en su pantalón.

Me pedía que me animara a tocar.

Recuerdo que en el momento en que escuché el verbo animar dije ¡NO! y me fui a mi cuarto.   

Al otro día, agarré mi bici y me fui a recorrer las calles hasta llegar a un parque. Me senté en el pasto y empecé llorar. No quería regresar al departamento.

No podía.

No tenía con quien hablar.

Pensé que Carolina no me iba a creer y además, sentía que había sido mi culpa porque permití que eso pasara.

Pasó un mes (más o menos) y Carolina invitó a Andrea, una chavita colombiana de 13 años, a que se quedara a dormir en el departamento.

Prendimos la chimenea y empezamos a chismorrear acostadas en la alfombra. Llegó el papá de Carolina para convivir.

Carolina se fue al cuarto a dormir. Yo moría ya de sueño.

Me levanté para irme al cuarto. Andrea salió corriendo detrás de mí.

Me tomó del brazo y me llevó al baño.

Cerró la puerta y me dijo que el papá de Carolina la estaba tocando de una manera inapropiada. Me preguntó si le creía. Le dije que sí.

Hablamos con Carolina. No pudo decir nada. Literalmente, adoraba a su papá. 

De ahí para adelante, me convertí en otra persona: Me empezó a valer madres la escuela, también mi manera de responderle a todas las personas a las que yo percibía como amenaza.

La relación con la comida se volvió un tema. Comía hasta vomitar.

Me iba a la Estación Central de “La Haya” para pedir y tragar dos porciones enormes de papas a la francesa con un “shingo” de mayonesa (es buenísima la mayonesa holandesa).

Un mes después, me empecé a llevar con los populares del salón. Carolina me enseñó a fumar, yo enseñé a fumar a mis ahora amigos. Robert se unió a mi banda. Dejé de llevarme con Carolina.

Robert se dio cuenta del cambio. Un buen día me dijo: “tenemos que hablar. Algo pasó. Por favor, cuéntame”

 Pos le conté.

Le medio platicó a sus papás. No sé por qué no tuve el valor de decirle a los míos. La familia de Robert me acogió.

Me quedaba a dormir todos los fines de semana, y entre semana, saliendo de la escuela, me iba con Robert a su casa. Los amo.

La mamá de Robert le llamaba al papá de Carolina todos los días nomás para avisarle en dónde estaba. Si el papá de Carolina decía que no podía estar ahí, la mamá de Robert ponía algún pretexto para que yo no regresara al departamento de los Perezalonso Argüello.

Cuatro meses después y por pura suerte o coincidencia, llegó a la escuela Erik. Su papá mexicano y la mamá holandesa. Nos hicimos amigos Robert, Erik y yo. La hermana de Erik, resultó ser ex novia del hijo mayor del papá de Carolina.

Trató de conquistarla (no me sé la historia completa). Ella es, al menos 4 años mayor que yo. Pudo decir NO.

Erik me preguntó si todo estaba bien en la casa. Algo se imaginó basado en la información que le dio su hermana. 

El papá de Carolina se hartó y me regresó a México. Todas mis relaciones cambiaron.

Le tomé coraje a mis papás porque cuando les conté, no lo fueron a madrear, tenía mucha rabia hacia Carolina y obviamente, a Sergio Perezalonso.

Les gritaba. Me la pasaba fumando y en el desmadre. Nada de drogas o actividad sexual a lo loco. El rollo con la comida sigue. Poder disfrutar del sexo, me tomó años y años.

No sé cuándo terminó su misión diplomática. ¡No me importa!

Tiempo después, me enteré de que seducía y abusaba de Carolina, que, además, trató de abusar de su nieta.

En Nicaragua, hay denuncias de otras víctimas. Sigue libre. Corrupción hasta el tope en Nicaragua.

Esta es la historia del pedófilo con el que me topé”

Como leerán, el testimonio de Cristina es la radiografía de una realidad constante de abuso y crueldad.

Uno entre miles o millones, donde desafortunadamente, la misma sociedad condena a quien en su momento no pudo decir ¡Basta! o ¡No!

Está comprobado que el susto, la sorpresa, la inocencia congelan a quien es acosado.

Acosar, se refiere a una acción o una conducta que implica generar una incomodidad o disconformidad en el otro.

Según los expertos, los acosadores son personas que tienen una profunda alteración de la personalidad. Son sujetos que carecen de norma moral interna.

Los tipos de acoso pueden ser físicos (principalmente), psicológicos, sexuales, laborales, escolares, verbales, sociales.  Y últimamente el “cyberbullying”

El acoso no respeta códigos postales ni sociales.

El caso de Cristina, lo constata.  En cualquier esfera se puede ser víctima de acoso.

Gracias a las “benditas redes” nos reencontramos y ella se abrió conmigo para contarme y hablarlo por primera vez, de manera pública.

Mi admiración por su valentía y su capacidad para reconstruirse es enorme.  Ha logrado re hacer su vida, y formar una hermosa familia.

Es una mujer auténtica, única, dispuesta a vivir con alegría, optimista, ocurrente y empática.

Si has sido víctima de acoso, no te sientas destinad@ a ser infeliz.  Eso no te define como ser humano.

El duelo, el trauma y la culpa (que no es tuya) se pueden transformar en reconciliación, experiencia y perdón.

Entendiendo que perdonar, no es sinónimo de continuar ni de olvidar.

Eso de si perdonas, olvidas… ¡es una vil pamplina!

No se olvida, pero ciertamente se puede vivir sin remordimientos ni rencores.

A ti, niñ@, adolescente, adult@ que estás leyendo, te digo sinceramente: La vida no termina en un acontecimiento de esta naturaleza.

Hablemos, digamos, contemos.  Puede haber mil puertas cerradas, pero siempre (y cada vez más) se encuentra una puerta abierta, unos oídos que escuchan y un corazón que cree.

Cristina, para ti:  Mi respeto profundo, mi admiración por tu valor y mi abrazo sincero… con toda el alma.

Gracias por compartirme este testimonio.

Te quiero y como me dijiste:

“Queremos que se haga justicia. Espero que lo que me pasó, pueda ayudar a que alguien más se arme de valor y hable hasta ser escuchado. Hombre o mujer”

Ps.1.  Una excesiva insistencia, NO DESEADA, de una persona a otra, es acoso.

Ps.2.  La mayoría de las víctimas de acoso, sienten que no hay salida, se baja la autoestima y la capacidad de tomar decisiones propias (según los expertos), pudiendo ocasionar un detrimento en la capacidad intelectual, académica, laboral o familiar. 

Si alguien es víctima de ACOSO ¡NO LO JUZGUES, AYÚDALE!

PS.3.  Sentarse a vociferar, apuntar o escribir deleznablemente a una persona que no pudo decir NO en su momento, nos convierte en ruines, miserables y pusilánimes.

No conocemos las circunstancias, y no estamos exentos.

Ps.4. Como decía el anuncio de los ochentas, si estás siendo víctima de acoso: “Dile NO a esa persona y cuéntaselo a quien más confianza le tengas”

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

0 Comments

Leave a Comment