Derechos de autor: Alex Morales Gómez

Relatos de Ultratumba

Cuando estábamos enterrando a mi suegro, un amigo me preguntó cómo me sentía. Le dije que muy bien, con aquel viejo bajo tierra que más podía pedir. Más aún cuando sabía que el viejo de allí no podía volver a interponerse entre la hija y yo.

Aunque me reí por lo bajo -pues estábamos en un velorio- mi amigo se quedó serio, al parecer el chiste no le hacía gracia.

Las exequias se llevaron con naturalidad, mi esposa estaba muy triste ya que su padre era el único que le quedaba; su madre había muerto ya hacía algunos años. En otras dos ocasiones, hice el chiste de la muerte de mi suegro, pero al parecer era solo un chiste para mí, los demás se mostraban molestos.

En la noche, nos acostamos tarde mi esposa no podía dormir. No asimilaba que su padre estuviera muerto.

Al amanecer logró dormirse y también yo, pero al abrir los ojos al poco tiempo de quedarme dormido, vi a mi suegro patente, parado, mirándome.

No me da pena contarlo: ¡Di un grito de terror!

Mi esposa despertó más aterrada aún, sin saber qué pasaba. La tranquilicé y le aseguré que sólo me había asustado por unas sombras, pero no era así.

Había visto a mi suegro y me miraba con odio, como me miró el día que pedí la mano de mi esposa. Esa madrugada no pude dormir más, si lo hacía sentía su respiración o si cerraba un momento los ojos, al abrirlos él estaba ahí mirándome; pero no era una sombra, no una figura difuminada, era él palpable y tangible.

Tres noches pasé sin poder dormir.

El maldito viejo me iba a volver loco, acudí al médico y éste me recetó unas pastillas para dormir, pero esta solución fue peor.

Sí lograba dormir con el medicamento, pero tenía pesadillas, donde veía al viejo que me jalaba de los pies y me arrastraba con él hacia el infierno. muchas veces vi en mis pies rasguños donde él me jalaba.

No sé si me estaba volviendo loco, pero le confesé a mi esposa lo que estaba pasando, también lo del chiste de mal gusto que hice sobre la muerte de su padre.

Ella me abandonó por este motivo, pero no así la presencia del viejo. Cada noche era peor, pasaba más tiempo a mi lado o si dormía las pesadillas eran más terroríficas, en verdad me iba a enloquecer.

Acudí donde una bruja y aunque me dio ruegos y oraciones para hacer que esto acabara, de nada sirvió. ¡Todo empeoraba!

Amanecía desgarrado y en algunas ocasiones con quemaduras, cuando él lograba acercarme al fuego del infierno.

No soy un hombre de fe, pero una mañana al borde de la locura, acudí donde un sacerdote y le conté mi historia. No se mostró sorprendido ni me miró como si estuviera loco; simplemente me pidió rezar un Padre Nuestro en la tumba de mi suegro y que le pidiera disculpas por lo que había pasado.

Me quedé sorprendido y le pregunté que si era así de simple.

Me miró con esa mirada fraternal que sólo un sacerdote sabe y me aseguró que no era tan simple, que debía hacerlo con sinceridad.

Le pregunté por qué me pasaba esto, me aseguró que si le preguntaba a un médico en psicología diría que es algo de la mente.

-Si le preguntas a una bruja, dirá que es cosa del demonio. “Yo como sacerdote, te digo que hay cosas que nadie sabe explicar”

Exactamente así lo hice, aunque parezca simple todo acabó. Volví a mi vida normal. Seis meses después volví con mi ex, después de mucho rogarle. Hoy día vivimos felices y todos los domingos voy a la tumba de mi suegro y le rezo un Padre Nuestro, aunque mi esposa no me pueda acompañar.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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