Antonio Meza Estrada*

Yo la veía por las tardes. Su cuerpo enjuto y pequeño, su discreto tocado, ya no usaba sus lentes y su vista se posaba en el horizonte. Eternamente vestía de color blanco o crema. Asistida por alguna enfermera o asistente. Las tardes eran el tiempo para salir del condominio donde pasó sus últimos años y admirar el río Detroit, la otra orilla -Canadá- y las interminables parvadas de patos trasnacionales. En un par de ocasiones la encontré en el elevador: sentía yo estar frente a la historia viva y a la vez frente a una mujer santa.

Hacía años que fue detenida, encarcelada y tuvo que pagar $14 dólares de multa por sentarse en la sección de un autobús público destinada a los “blancos”.

Ella era una costurera, mujer joven de color, quien utilizaba el transporte público de ruta para ir de casa a su trabajo, en Montgomery, Alabama. Esa mañana, el autobús iba casi vacío y se le hizo fácil sentarse en la sección exclusiva para blancos. Sabía que no debía hacerlo. Sabía que era atentar contra las reglas de la segregación: ella inició la resistencia pacífica contra la separación de los seres humanos por el color de su piel en el año de 1955.

Las reglas de los estados del sur no cambiaron mucho en varias décadas. Si bien la esclavitud fue suprimida desde mediados del Siglo XIX, la segregación estaba en el ambiente y en las leyes: había dos mundos y el de los blancos constantemente le repetía a los de color su nivel subordinado. Vejaciones, trabajos infames, escuelas y barrios distintos, limitaciones de convivencia y leyes distintas hacían de la sociedad sureña una vida de oprobio para los seres humanos de color.

Martin Luther King la invitó como aliada de la lucha por la igualdad. Fue creciendo el movimiento en contra de la segregación. En Detroit, frente a Rosa Parks, King ensayó, pronunció por vez primera aquel emblemático mensaje de “I have a Dream”… y luego fue la gran concentración en Washington, donde King presentó la versión acabada de ese mensaje. Allí estaba Rosa.

Pasaron los años, King y otros líderes afro fueros asesinados y ella fue una eterna militante en la defensa de la equidad: un emblema vivo en la lucha por la igualdad de todas las personas en los Estados Unidos.

Una tarde de octubre en 2005 llega el final. Toda la sociedad norteamericana se volvió hacia esa pequeña gigante de mujer.

A la Iglesia de “Greater Grace Temple” de la emblemática calle “Seven Mile”, concurrieron innumerables personas de la nación y enviados de otros países parea su servicio funerario.

Acudí a su funeral como vecino de sus últimos años, en el condominio Riverfront de Detroit, pero también, con el mensaje de reconocimiento a su grandeza por parte del pueblo de nuestra nación. El Cónsul de México acudió, hice guardia e hice una declaración a su familia.

Comentarios y sugerencias: yerbanis33@gmail.com

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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