Pláticas-De-Vidas

Por: Claudia Rosales.

Ante la polémica desatada por el video de una estudiante que lloró con notable frustración, porque uno de sus compañeros de clase se negaba a llamarla “compañere” me surgieron –como a muchos- algunas dudas, inquietudes y demás.

Si bien, vivimos en una época más abierta a la diversidad, también es cierto, que el lenguaje se ha desvirtuado, hasta cierto punto prostituido.  Sin embargo, en aras de no ser una persona incomprensiva, me pongo a pensar qué sienten los demás.

¡Y bueno! Este es un tema que necesita de mucho engrane y que puede llegar a ser delicado -aunque no debiera pues las reglas gramaticales y lingüísticas, son lo que son- pues es algo que para unos es chiste, y para otros definitivamente, no lo es.

Cafeteando con mi marido, me preguntaba que si cuál sería la razón por la cual yo me referiría a una persona de cierta manera.  Le contesté que por consideración y respeto.

Si alguien me pide que le llame “elle” pues le llamo así (aunque eso, no represente una diferencia para mí, a lo mejor para esa persona sí)

Esto no quiere decir que el lenguaje deba cambiar en lo general y que se deba sentir ofendida una persona, por un lenguaje que no lo excluye “per se” 

Él me contesto con mayor sensatez, pues me dijo:

“Es una cuestión de empatía”

Ahora bien, el español es una lengua precisa, muy completa y hermosa.  La RAE ha considerado innecesario el uso de la letra «e» como supuesta marca de género inclusivo, ya que es ajeno a la morfología del español.

Y es que es maravilloso que la lengua evolucione, así como las ideas y las posturas. 

La curiosidad de averiguar en qué terminará todo esto, es normal.  Sin embargo, considero (personalmente) que, para todo cambio debe existir un fundamento y –arriesgándome a decirlo- dudo que se tenga un conocimiento pleno de nuestra hermosa lengua, la cual se pudiera estar distorsionando.

Con respecto a la igualdad de género, el contexto es mayor, la “e” es lo de menos.

¡Hay que echarse un clavado en la comprensión desde adentro! en el fondo de las cosas, en “el meollo del asunto”; algo que va más allá de las formas.

Si cambiando una letra, cambiaran las cosas… ¡pfff! Pues por ahí se hubiera comenzado desde hace siglos.  Y ese no es el caso.

La auto pregunta obligada es: ¿Cómo convives con? ¿Cómo intercambias diálogos y miradas con? ¿Cómo defiendes, comprendes, luchas, aportas, aceptas?

Obviamente, no puedo hablar por todos, pero me atrevo a decir que somos muchos los que aceptamos, abrazamos, comprendemos y empatizamos con la diversidad. Y también abogamos con nuestras manifestaciones/acciones a la igualdad de género.

Pudiera parecer una necedad para algunos, pero quizás partiendo de la empatía por ambos lados, se puede contemplar el panorama.

Empatía por parte de quienes consideramos que el lenguaje se ve amenazado pero no por ello, si alguien nos solicita le llamemos “elle” o “amigue” o “compañere”, comencemos con una “sarta” de sermones y negaciones. 

Empatía, por parte de quienes solicitan que la mayoría cambie radicalmente su forma de hablar.  Y que no se nos juzgue a quienes a veces sin querer, nos atropellamos con las palabras y los pronombres, pues no estamos acostumbrados.

Y es que de entrada, a quienes les saque roncha pues no les queda más que rascarse…sea de la postura que sea.

Lo cierto es que el lenguaje es claro y no por una vocal, cambiará la realidad que se vive.

Es como si de repente “el agua” se encontrara en la ambivalencia de identidad pues, es “el” pero es “agua” o todo aquello que no termina en “a” o en “o”, como el mar –por ejemplo- o la nube, que de “chiripa” lleva “e” pero es “la”.

Por otra parte, en medio de mi maraña de engrane mental, me pregunto ¿quién excluye a quién?

Porque pudiera parecer que al pretender no aceptar un masculino que incluye todos los géneros en plural, se excluyeran a sí mismos, o sea se discrimaran solos. ¿Me explico? Ser diferentes o querer serlo (meramente en el lenguaje), no los hace inclusivos.

No considero (repito, personalmente) que se deba hacer otra configuración. En esencia, cuando hablamos en general del hombre, nos referimos al ser humano, como tal: heterosexual, homosexual, bisexual, trans, etc.

Y también a veces me pregunto: ¿Será que se busca un trato preferencial? Si son parte de la misma bola, ¿o no?

¿Por qué buscar otro mundo aparte, cuando por lo que han estado luchando, muchos otros desde antes, es precisamente no pertenecer a otra bola?

A mí parecer, al tratar de crear un lenguaje inclusivo (que ya existe porque todos estamos incluidos, pero ¡en fin!), lo único que se ha logrado es dividir más, polarizar, etiquetar.

Una cosa es la chía y otra la horchata; una cosa es la guayaba y otra, la tostada. Cantinflas diría: “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”  Ergo, una cosa es la estructura gramatical y otra, la igualdad de género.

Lo cierto es, que en este mundo de por sí lastimado y “empandemiado” lo que menos necesitamos son restas y divisiones, por el contrario, hacen falta sumas y multiplicaciones.

¡Que reine la empatía y que siga el español, tan lindo como lo es!

Ps.1. Si el argumento es el patriarcado… es verdad, el patriarcado ha existido, dominado y oprimido durante siglos.  Sin embargo, no sea esta una retórica por parte de las mujeres, pues no es regla general: Hay hombres maravillosos, amorosos, grandes líderes, padres, hermanos, hijos, amigos, etc.

Ps.2. A lo mejor dentro de un siglo ya es otro el artículo de este medio, escrito por una descendiente (o no), donde el lenguaje probablemente sea otro, ya que los cambios en el mismo se dan por el uso cotidiano y ocurren naturalmente.  Es posible…

Ps.3. Muy importante: Estemos o no a favor del uso de las palabras neutras, la inclusión sigue incompleta. El lenguaje es un síntoma, la inclusión es el tema a tratar… digamos, a abrazar.

Ps.4. Fuera de toda formalidad: Esto de la “e” en todos lados me suena a “Pepe Le Pew” me dan ganas de ser francesa todo el día y pronunciar las “r” guturalmente… con un tequilita de por medio. “Me parece que luces hermose” Léase: “hegggrmosé”

Que esto y que’lotro ¡salud! Total, en una “pedita” todos hablamos revuelto.

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