Relatos de Ultratumba

Por: Jorge Vargas.

Su atención:
Antes de iniciar con el siguiente relato, te informamos que es copia, créditos al autor: VLADIMIR AR

Samantha observaba el entierro de sus pequeñas hijas gemelas.
Ni siquiera podía mirar el rostro de su marido, ni el de la gente. Días atrás él le había exigido el divorcio, cansado porque la gente lo culpaba también a él por la lamentable muerte de las niñas.

Samantha sentía que la culpaban, no tenían que decírselo, era evidente.
Ella tampoco se perdonaba. Había pensado en el suicidio varias veces, pero no era capaz de hacerlo. Sentía miedo.
Antes del accidente su matrimonio no iba bien. Por eso mantenía un romance secreto.

Ese hombre le rogó que no se suicide. Ella decidió no hacerlo para no causar más dolor.
Últimamente no había dormido bien, no comía, bebía demasiado, y así cada noche.

La tragedia de las gemelas sucedió una mañana. Samantha discutía por teléfono con su marido por no haber llevado a las niñas al colegio. Por un momento se distrajo y las niñas tomadas de la mano fueron detrás de un globo que se les había escapado.

Fue entonces que un auto les pasó por encima destrozando sus cabecitas pequeñas, y sus piernas.
Cuando se dio la vuelta vio a sus pequeñas debajo del auto. Un grito desgarrador salió de su vientre, del mismo lugar de donde salieron sus amadas niñas.
Luego de lo sucedido escuchaba sus voces.

Apenas se dormía, sentía que ellas llegaban y le besaban la frente, entonces despertaba aterrada, y lloraba.
Así por varios años. Hasta que sintió algo de recuperación. Decidida a empezar de nuevo frecuentó a su amante del pasado. En él encontró consuelo.

Unas semanas después de verlo empezó a sentir algo en su vientre, algo se le removía dentro. Se había acostado con él varias veces, por lo que sospechó un embarazo.
Consultó al doctor. Este le dijo que tenía en su vientre dos bebés.

A pesar de su temor Samantha sintió que la vida le estaba devolviendo aquello que perdió.
-Esta vez lo haré bien- le dijo al doctor.

La noche siguiente, mientras miraba televisión, vio como unas patitas traslúcidas se manifestaban en su vientre. Le pareció extraño que las bebés se desarrollaran tan pronto, apenas estaba en las primeras semanas de gestación. Ni siquiera se lo había dicho al padre de las bebés.

Durante la madrugada empezó a sentir un picor en la garganta. Tosió un poco. Intentó agarrar el vaso de agua, pero no pudo llegar a él. La tos se mantuvo y empezó a sentir que se ahogaba, abrió su boca muy amplia, sintió como su garganta se le hinchaba, de ella salieron sus dos bebés rompiéndole la piel…Samantha despertó… Era una pesadilla.

Miró el reloj, daban más de las 12 am.
El televisor proyectaba estática.
Tomó el vaso de agua, y se lo bebió todo de forma rápida y fue por más a la cocina.
Caminó hasta el baño para lavarse la cara. Allí frente al espejo se revisó la garganta. Todo estaba bien. Pero al observar su vientre lo vio plano. No había en ella embarazo.
Sin lograr entender lo que estaba pasando fue hasta el teléfono para llamar a su doctor, quien luego de escucharla no dijo nada, solo colgó el teléfono.

A Samantha le pareció que el doctor le ocultaba algo. Decidida a investigar lo que sucedía tomó las llaves de su auto. Lo encendió con esfuerzo. Y mientras conducía recordaba a sus gemelas, Ana y Sofi, así se llamaban. Siempre vestidas iguales.

Mientras recordaba, observó por el espejo retrovisor que en la parte trasera del auto estaban sus gemelas. Entre la penumbra se percató de sus rostros, corrió la mirada hasta sus piernitas, se horrorizó al descubrir que estaban destrozadas y con la piel abierta.

Volvió rápidamente la mirada a sus caritas, se encontró con sus cabezas también destrozadas.

Entonces Samantha perdió el control del auto y frenó de golpe antes de salirse por completo de la carretera.

Salió del auto por un momento, luego revisó el asiento trasero. No encontró a nadie.
La cajuela trasera del auto se abrió. Al ir a cerrarla, encontró dos trajes de niñas, embebidos en sangre, además dos pares de zapatitos pequeños. No recordaba si eran de sus hijas o no.
Desconcertada al encontrar eso en su auto, se tomó la cabeza. Tenía la impresión de estar en una pesadilla. No entendía lo que estaba pasando. Por mucho que intentase recordar cómo llegaron esas cosas a su auto, no lo lograba.
Volvió al volante. Condujo por la carretera a alta velocidad. Amanecía.

Las primeras luces de la mañana se asomaban en el cielo. Con la mayor rapidez quería llegar a la comisaría de policía y luego iría donde el doctor para consultarle por su repentina pérdida de embarazo.
De pronto comenzó a reconocer el lugar por el que circulaba, se había dirigido sin querer al sitio del accidente donde fallecieron sus gemelas.

Distraída por esto, no vio cruzar a dos pequeñas niñas, y les pasó el auto por encima. Segundos después se estampó contra un costado de la calle. Debido al golpe Samantha empezó a perder el conocimiento, mientras entre la gente, una madre gritaba dolorosamente.

Horas más tarde despertó encerrada en una habitación. Pensó que estaba arrestada. En cuanto su doctor llegó, empezó a hablarle. Le contó lo que había encontrado en su auto, le preguntó por su embarazo, le hizo saber todo los detalles sobre su sueño.
El doctor permaneció en silencio.

Cuando ella terminó de hablar, el doctor le explicó que sí estaba arrestada, pero en un hospital mental.

A raíz del atropellamiento de las gemelas, Samantha había empezado a generar recuerdos nuevos, los que se borraban en un corto plazo.
Cada vez que despertaba tenía recuerdos nuevos que en realidad no existían.
Llevas años en el hospital le dijo el doctor…

Las gemelas no son tus hijas. Son dos niñas que atropellaste y desde entonces tienes este problema mental grave.

Autor: VladimirAR

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