Por: Jorge Vargas

En la entrada de un templo, se encontraba un pobre anciano pidiendo limosna el cual visiblemente se veía que moría de hambre y frío.  Al ver al sacerdote le dijo:
-Padre una caridad, tengo hambre.


El cual lejos de responderle con caridad o compasión empezó a insultarlo:¡Largo de aquí mugroso!  ¡Estás manchando este sagrado lugar con tu sola presencia!
El viejo con lágrimas en los ojos le dijo temblándole la barbilla:
-Pero, padre…
No creo dañar a nadie estando aquí, ya no puedo caminar por el hambre que tengo.

El sacerdote empezó a jalonearlo exclamando:
-¡¡Dije lárgate!! ¡Que estorbas!
Entonces llegó un misterioso y elegante caballero el cual quitándose el fino saco que llevaba, con el cual cubrió el cuerpo casi desnudo del anciano, mirando con desprecio al sacerdote, sin decirle nada al tiempo que le entregaba una torta a aquel desafortunado.


Ante esta acción el sacerdote dijo con indignación.:

-Pero, ¿Distinguido caballero?
¡¿Por qué se molesta con esta basura de nuestra sociedad?!
Aquel misterioso hombre sólo lo miró por un segundo y parecía le molestara la presencia de aquel representante de Dios.


Se acercó un perro igualmente flaco como aquel anciano y éste le dio parte de su torta al canino, el cual al ver lo que parecía para él un manjar, lamió humildemente la mano del anciano.


Ante esto, el sacerdote estallando en cólera exclamó:
– ¡¡Esto es el colmo!! ¡Ahora hasta un mugroso perro!
Estaba a punto de lanzarle una patada al indefenso perro, cuando el elegante y misterioso hombre exclamó iracundo:
-¡No te atrevas!
El sacerdote deteniéndose, dijo rojo de rabia:
-Pero, ¡No ve que mancha este sacro lugar, esta escoria de la sociedad! ¡Es un muerto de hambre!
El misterioso hombre le dijo con desprecio:
– ¡Mira quién lo dice, alguien que se vale de la inocencia de los demás en nombre de Dios, vive a sus costillas pidiendo limosnas para su templo, se enriquece colmándose de lujos pregonando humildad ante todo!
Me río de su hipocresía, ja, ja, ja.


El sacerdote exclamó iracundo:
-¡¿Cómo te atreves a decirme eso?! ¡¿A mí?! ¡¡Un representante de Dios!! ¡Eres un hereje! ¡Un aliado del diablo!
El misterioso caballero sonrió y dijo:
–Te equivocas no soy nada de eso…
Porque yo soy el diablo mismo y vengo por ti.
– Se descubrió el rostro y vieron a un joven de gran belleza pero con los ojos de fuego.


El mal sacerdote dijo asustado mostrando su crucifijo.
-¡No! ¡No aléjate! ¡Jesús está conmigo!
El ángel caído dijo con burla:
– ¡Qué curioso, Jesús mismo me pidió que viniera por tí para que pagues tus culpas al haber olvidado sus designios, humildad, compasión, caridad y amor!
-¡Mentira, mentira! -gritaba el sacerdote, y el ángel caído le dijo:
–Si quieres pregúntaselo tú mismo.
Ahí está.
–Y del otro lado de la acera, se encontraba Jesús mirando con enojo al sacerdote y le hizo una señal al ángel caído, indicándole que podía llevárselo. Con un movimiento de su mano éste lo desapareció sin dejar rastro alguno de él.


El inocente anciano al ver que el ángel caído lo miraba preguntó algo temeroso:
-¿Acaso también me llevará señor?
–Este, haciéndole una tímida caricia en la cabeza le dijo:
–Si partirás, pero no seré yo quien te lleve…
Sino él.
–Y Jesús se acercó al anciano y tomándolo por una mano le dijo con su tierna mirada:
– Tu amor y caridad, al dar lo poco que tenías te dará un lugar a mi lado; además de que tu sufrimiento ha llegado a su fin.


Al terminar de decir esto, el anciano dejó de existir pero con una sonrisa en su rostro al haber visto al hijo de Dios frente a frente.
Pero el perro, al que le diera el pedazo de pan comenzó a llorar ante este hecho y lamía con tristeza la mano de aquel humilde hombre.
El ángel caído ante esto sintió el deseo de acabar con el perro para que no sufriera, pero Jesús le hizo una señal de que esperara.
Llegaron algunas personas y al ver la reacción del perro, comprendiendo lo que pasaba con el anciano se ocuparon de él comentando de su bondad, amabilidad y todo su ser noble pese a su pobreza.
Una persona se ofreció de cuidar del perro creyendo que quizás era amigo del anciano y en su memoria lo cuidaría.


Jesús y el ángel caído ante esto sonrieron satisfechos. Era tal la cantidad de gente que apreciaba a aquel desafortunado de la vida y con el tiempo ni siquiera se escucharía mencionar al mal sacerdote desaparecido.
El ángel caído con una sonrisa le dijo a Jesús:

–Es curioso, pero creo que encontraron más bondad los fieles a tu Iglesia en ese anciano, que en tu “fiel siervo”
-Jesús le dijo:
–Así es Lucifer, recuerda que la vida da muchas sorpresas…
Nunca comprenderé porqué muchos de mis fieles siervos profesan para ello, si no pueden llevar mi mandato de caridad, humildad y amor.
En cambio, gente humilde, ignorante en ocasiones,  pueden llevar mejor mis designios.


–Lucifer le dijo con un gesto triste:
–Realmente nunca acabaremos de conocer el ser real de los humanos.
No nos queda otra más que seguir velando por ellos como siempre lo hemos hecho.
En silencio…

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