Pláticas-De-Vidas

Por: Claudia Rosales

Así como están las cosas, con cubrebocas, sin estar todos vacunados y con el cruce de unos cuantos, las filas son extensas… ¡no quiero imaginar cómo será cuando abran la frontera para toda “la raza” con visa de turista!

¿Será que querremos cruzar aquellos que no somos ciudadanos americanos o emigrados, bajo el rayo de sol o bajo la sombra, pero a cincuenta y tantos grados, so pretexto de todo el tiempo que hemos estado “castigaditos” sin poder hacerlo?

¿O mejor nos quedaremos a seguir pidiéndole a quienes van “pa’l otro lado” que nos traigan las cosas que nos hacen falta?

Vivir en frontera y no poder atravesar la puerta donde siempre hemos estado acostumbrados a ser interrogados por un migra, se ha convertido en un suplicio para unos y una resignación para otros.

Yo, estoy en medio.  A veces digo: ¡ni falta me ha hecho! Pero cuando comparo los precios del champú, el detergente de la ropa o el papel de baño, ¡si me anda dando un soponcio!

Y es que, para fortalecer la economía estatal como la federal, pareciera que el pacto fue subir los precios cada tres semanas.  ¡Total! O lo compramos o nos fregamos.

Esto, políticamente si les cayó “como anillo al dedo”.  El dinero de los consumidores se ha quedado en su mayoría, aquí en el Estado y pues los insumos que vienen del centro de la república, son más.

Pero, como dije antes, los precios son dignos de un concurso para llegar a la cima.  Caminar por los pasillos de un mercado es un duelo de emociones entre risas y fingidos “ni modo”.

Hoy, después de tanto tiempo…

Extraño ir a las playas de California, extraño de verdad (bien canijo), ir a los conciertos.

Lo cierto es que nada será igual, en ninguna parte del mundo, aunque abran las fronteras.

Pero, la vida no debe limitarse y así como subimos montañas y hemos librado batallas, venciendo nuestros pequeños duelos con nuestras historias de encierro y despedidas; donde hemos aprendido a prohibirle a la mente a darse por vencida; así, con un cubrebocas como escudo y la distancia como espada, anhelamos pisar suelo extranjero.

Las fronteras mentales se ven superadas, pues los recuerdos y las memorias de los lugares que hemos visitado, se imponen por sobre todos los miedos.

Mi padre, por ejemplo, sueña con una hamburguesa y como varios conocidos, no es el único. Tenemos aquí unas deliciosas hamburguesas al carbón, a la plancha y hasta franquicias de las hamburgueserías gringas…pero “pues no es lo mismo” -dicen-

Algunas de mis amigas ya quieren cruzar para ir a Walmart (porque no es lo mismo la “Gualmar” en México que la Walmart en USA -hay que aclarar-)

Algunos planeamos poder viajar a lugares seguros, visitar museos y parques.  Y por primera vez en años, he dicho:

“Mi reino por un chillidog de la segunda con un root beer float” (Los que somos de “chicali”, sabemos que es épico en “Calecia” pisar ese diminuto espacio con una ventanilla donde hacemos fila, aunque vivamos bajo el sol abrasador) *

Y por lo que anduve indagando, la lista de cosas por hacer cuando nos abran el paso hacia los “yunaited” van desde hacer compras a mejores precios, “ya nomás con cruzar”, conseguir la vacuna, ir a Disneylandia, etc.

La vida tiene fronteras, pero no solo geográficas sino también en pensamientos.  Hay quienes definitivamente están a todísima madre sin cruzar y estamos, los que, si queremos pisar la línea, aunque sea para apuntarnos a recibir las vacunas que les sobren… ¡Me cae!

Vivimos a contratiempo y hemos aprendido a sobrepasar los contratiempos.

Que sea el alma lo único que no se nos escape con los estornudos.  Que sigan cayendo tardes con ganas de reunirnos de nuevo, como antes.

Que la desesperación no le gane a la esperanza, que sigamos anhelando cantar al viento con la ventana abierta y que a lo único que le digamos adiós sea al encierro.

Cuando abran la frontera, volveré a estacionarme en un amplio cajón sin temor a que las puertas choquen y con los sentidos de circulación con amplia lógica.

Cuando abran la frontera, volveré a transitar sin temor a caer en un bache cada 30 segundos.

Cuando abran la garita, algo de “huele a normalidad”, se respirará en el ambiente (Crucemos o no, el sólo hecho de saberlo, seguramente tendrá un efecto en la comunidad)

Y regresaré a mi país, entrando por ese umbral de acceso mal diseñado, pero con ese inevitable orgullo que se siente al leer “Bienvenido a México”.

Porque ser fronterizo es un privilegio, no cabe duda. Pues tenemos esa maravillosa opción de pisar dos países y experimentar dos culturas (que se fusionan).

Aunque el convivio ya no sea como hace 14 meses, contemplar atardeceres y amaneceres no ha cambiado.  Pero (con riesgo de leerme “malinchista”), verlos sin cables colgando está “más chilo”

Ps. 1. Que no haya soledad, sino solitudes voluntarias y que sigan latiendo los corazones.

Pero eso sí, cuando nos abran la frontera, sentiremos que algo va sanando y se va recuperando.

Ps. 2. Que se reactive la ardua actividad del grupo feisbukero de “tiempo de cruce en garitas” con sus miles de comentarios y “tips” diarios para el cruce, los chismes de los que se meten, que chocan, que se pelean, etc.

Ps.3. Hasta extraño ver esa economía “liniesística” con múltiples opciones que va desde tamarocas vendidos por haitianos, hasta limpia vidrios.  Las infalibles alcancías espantosas de personajes que no adivina uno a quienes quisieron emular.

Los cuadros de montañas bajo la lluvia, donde la lluvia es resaltada con luces por detrás (bien rococóssss); los sombreros mexicanos versión turista, las ventanas de herrería con flores y hojas (bien “jorribols”) pero ¡harto cotizadas!

Ps.4. Que sea el sereno pero que ya pasemos… ¡Con una chingada!

*Chicali: Referente a Mexicali, B.C. Calecia: Referente a Calexico, Ca.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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