Paco García Burgos, Consultor y analista político.

Soy un enamorado de la libertad de expresión. Creo que es un derecho que el Estado debe tutelar a cabalidad. Especialmente creo que los comunicadores deben ejercer ese derecho con plena libertad y seguridad. También lo pienso en el caso de los candidatos a puestos de elección popular y de los gobernantes, así como en el de los empresarios. Creo también en la verdad, y en que la libertad de expresión debe girar en torno a ella.

En días recientes, el INE ordenó al Presidente de la República que retirara un spot de promoción de su segundo informe de gobierno, en el que menciona al Papa Francisco y a la opción de ambos por los pobres. El INE aplicó la ley, no actuó por voluntad propia sino para cumplir un mandato legal. Lo que está mal no es la decisión del INE sino la ley. Esa ley que en la década pasada le prohibió a los empresarios y a las organizaciones civiles en general, hacer spots sobre las campañas o los candidatos; la misma que impide usar símbolos religiosos en las campañas; la que provocó que el INE ordenara retirar el spot en cuestión.

Lo que hace la ley en el fondo, es interpretar en nombre de la conciencia de los mexicanos, los contenidos de ciertos mensajes. Es decir, que la ley nos dice qué contenidos están bien y cuáles están mal. Esta interpretación debería quedar en el ámbito de la persona y de su conciencia. El Estado no tiene por qué abrogársela para sí a través de la ley. Si a una persona no le gusta que el Presidente de la República mencione al Santo Padre, pues que sea ella la que rechace el mensaje, y no la ley. Si un grupo de empresarios, a través de un spot televisivo, manifiesta su opinión a favor de uno u otro candidato, que sea el ciudadano quien decida libremente si le hace caso o no. Esta libertad de valorar, hacer un juicio y tomar una decisión, es la que el estado le quita al ciudadano con leyes como ésta.

Las leyes en este sentido tratan al ciudadano como menor de edad, y por eso regula lo que debería regular la conciencia. Pero los ciudadanos ven más allá de lo que los políticos pensamos. El ciudadano observa silenciosamente, callado, discreto, y cada vez más, decide con un voto que emite con mucha libertad. Tenemos los extremos de la compra de votos y todo lo que eso conlleva, pero con cada elección nos alejamos de ese y nos acercamos al voto libre, cada vez más libre.

Sería un acierto democrático revisar estas leyes que limitan la libertad de expresión y que tratan al ciudadano como un ser incapaz de valorar por sí mismo los mensajes que recibe.

paco@pacogarciaburgos.mx

 *LAS OPINIONES DEL AUTOR NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA*

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