Dicen que la luna no tiene flores ni pétalos en ninguna de sus caras, en nuestro país la hermana luna tiene muchas. La de cada una de las mujeres que participamos de manera distinta, en el crecimiento de nuestro México querido. El 8 de marzo de 2020 será significativo, las mujeres nos manifestaremos en un movimiento nacional, unas marcharán, otras permaneceremos en la observación de un acontecimiento de muchas voces y muchas caras, algunas escribiremos sobre lo que suceda, otras videograbarán o tomaremos fotografías para dejar una huella tangible de lo acontecido en este esperado día. Muchas escucharemos con atención lo que cada una dice y manifiesta, las peticiones distintas como si fueran vistas a través de un crisol en las que se pretende satisfacer las necesidades de cada una de esas voces unidas no serán un murmullo. Como muchas, NO me quedaré a la espera de ver qué sucede, quiero conocer de primera mano los hechos, poder escribirlos para darlos a conocer a otros.
Estaré frente a un suceso que marcará la vida de muchas mujeres y también de muchos hombres. Para mi será el segundo evento que dejará una greca en mi memoria y en la vida y memoria de las hijas de Venus. El primer evento en el que me tocó participar y quizá muchas aun no nacían, fue en los festejos del “Año Internacional de la Mujer” donde se vieron reflejadas las luchas de las mujeres trabajadoras, en un tiempo en que poco se hablaba de “Feminismo”, se puso sobre la mesa y a la vista de todos la importancia de la mujer, los puntos que se tocaron en aquel momento fueron la emancipación de la mujer, trabajo igual y salario igual, la asistencia de las mujeres a la escuela y buscar que esta información permeara en los hogares del mundo y también en los de nuestro país. En aquel tiempo eran pocas las mujeres que asistían a las escuelas, se combatió el analfabetismo y se promovió el ingreso de las mujeres a la universidad, se trató el tema del machismo en América Latina, y el derecho de que la mujer pudiera decidir sobre la cantidad de hijos que quería tener. Fue un tiempo complicado, los hombres debieron enfrentar que las mujeres tenían derecho al uso de la píldora anticonceptiva. Se implementó a nivel federal un programa para bajar el índice de natalidad en el país, fluyeron frases como aquella de que “La familia pequeña vive mejor”, “Menos hijos para darles más” y otras por el estilo. Se permitió la educación sexual en las escuelas, nada hay más revolucionario que dar conocimiento al acceso de todos y de todas. El derecho de la mujer a decidir sobre su sexualidad fue totalmente revolucionario.
En ese tiempo era presidente de nuestro país el Lic. Luis Echeverría Álvarez, personaje que impulsó y apoyó a las mujeres, en su esfera jurídica, llegó el apoyo a ellas cuando se crearon ejidos en nuestra entidad, no distinguió si eran hombres o mujeres, respetó los derechos de todos y cada uno de los fundadores, fueron entregados documentos de derechos ejidales a quienes estuvieron registrados como tales. Nuestro Estado se benefició y fue testigo de ello. Esos recuerdos están en mi memoria, viven en los nombres insertos en los Títulos Agrarios expedidos en aquel tiempo, aun escucho en mi mente la música y las lágrimas de mujeres que veían con azoro y regocijo el documento con su nombre escrito, acariciaron ese papel como su tesoro más preciado y lo fue, después pudieron transmitir esos derechos a su descendencia, quienes ahora pueden recordarlas con gloria y orgullo. El tiempo carece de sentido al recordar todo aquello, pertenezco a una generación de mujeres innovadoras a las que he tenido oportunidad de conocer.
Quiero expresar que en lo personal asistir a la universidad no fue algo que estuviera fuera de mi vida, y mucho menos fuera de mi alcance, era lo que seguía después de estudiar la preparatoria, reconozco que mi madre permeó en mi pensamiento, busqué en mi memoria lo que dijo cada día para que yo viera de manera tangible lo que seguía, ir a la universidad. Recuerdo una de las frases que ella decía cada día “Cuando te inscribas en la universidad”, así que, acudí a presentar el examen de ingreso a la misma, en mi ciudad natal Ensenada, Baja California. En aquel momento sentí preocupación después de haber realizado el examen, más que por lo que debí contestar, por lo que me impresionó el edificio de la Universidad Autónoma de Baja California, en un momento mi panorama cambió…no conocía a nadie, en un segundo me percaté de que ya era adulta, en ese lugar descubrí lo fuerte que soy, gracias a la fortaleza de otra mujer que estuvo conmigo en espíritu, corazón y alma, mi mamá, a su vez junto con ella otra mujer fuerte…mi bisabuela Josefa quién sólo estudió hasta segundo de primaria, ambas tuvieron de soporte a otras mujeres estuvieron al lado de ellas. Sus amigas, compañeras de trabajo, las comadres y hasta la señora de la tienda quienes veían la oportunidad de una jovencita para caminar más allá de las fronteras que tuvieron ellas. Ahora que lo pienso, que bueno que cada una acompañaron a mi mamá en el aterrador y desolado momento en el que te percatas de que tu hija, emprendió un camino sin retorno, con las alas de la libertad que da el conocimiento y el saber. Así fue como llegué al Campus de Tijuana, en un lugar que me impresionó, en el que se quedó mi corazón, en mi corazón y permanece en él.
Hoy quiero recordar a la primera mujer médico en nuestro país, Matilde Petra Montoya Lafragua, a la que apoyó el presidente Porfirio Díaz, quien abogó por ella en dos ocasiones, en la segunda vez proclamó un decreto presidencial en el cual permitía a las mujeres acceder a los mismos derechos y obligaciones que los hombres en la Escuela Nacional de Medicina, la cual hoy es la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. La Dra. Montoya merece nuestro reconocimiento por su sapiencia y valentía, a los 16 años recibió su título de partera. Enfrentó campañas en su contra de algunos médicos, la calificaron de <<Masona y protestante>> aceptada en la escuela de medicina en el año de 1882, siendo director el Dr. Francisco Ortega, pretendieron desacreditar el trabajo de la médico, así como de los otros médicos que la apoyaron denominándolos <<Los montoyos>> enfrentó luchas diarias, y pese a todo alcanzó sus sueños. En 1925 la Dra. Montoya y Aurora Uribe fundaron la Asociación de Médicas Mexicanas. Uno de sus mayores logros fue que el término “Partera” se dejara de mencionar de manera despectiva, por lo que fue una de las mujeres más vitoreadas de su época.
Ahora veo lo que sucede a nuestro alrededor, me percato de que las mujeres hemos enfrentado muchos retos, cada día enfrentamos otros tantos, es momento de formar a los hijos en igualdad, reciprocidad y empatía con los otros. Las mujeres podemos estudiar y trabajar en lo que queramos, es nuestra responsabilidad guiar nuestros caminos a la mejora día con día, respetar a aquellos que no piensen igual que nosotros. Unidas en pétalos integrantes de una flor, que a su vez integren un ramillete de 32 flores unidas por el listón de la igualdad y el respeto de todas y cada una de nosotras en nuestro amado México.
“Cuando me levanto y hago ejercicio, me estoy entrenando tanto para mis hijas como para mí, porque yo quiero que ellas vean que tienen una madre que las ama y que invierte en ellas, pero que también invierte en sí misma. Quiero enseñarles que las mujeres jóvenes deben poner en un lugar más alto su lista de prioridades”
Michelle Obama
“No deseo que las mujeres tengan más poder sobre los hombres, sino que tengan más poder sobre ellas mismas”.
Mary Shelley
“Escribo por el sólo placer de escribir para mi sola, sin ninguna finalidad de dinero o publicidad. En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras y no recojo otras flores que las metáforas”
Leona Vicario