Por: Lylia Ciriam Verdugo Ruiz.

Como he comentado en otros escritos, me traslado en la ciudad en que vivo en transporte público, lo que me permite recoger historias a lo largo y ancho del municipio; algunos días visito otras partes de nuestro querido Estado.

Las pláticas entre las personas que compartimos por unos minutos un taxi o camión son interesantes, extrañas y por momentos hasta íntimas.

El jueves pasado, en el transcurrir de 55 minutos dos mujeres platicaban: una de ellas contraería nupcias en 7 días, la angustia reflejada en su rostro y su tenue voz hizo que los presentes permitiéramos que el silencio arropara sus palabras. Narró a su amiga que en la empresa en que labora hay una vacante de Gerente General, compiten por el mismo lugar ella y tres personas más.

Uno de los que pretenden el mismo puesto es su novio, quien le pidió que dejara de participar en el concurso, ya que así él tendría mejores oportunidades para quedar en el puesto, dicha petición la hizo sentirse muy ofendida, al grado de replantearse si quería casarse o no, su comentario fue:

 “Si es capaza de pedirme eso ahora, ¿Qué me pedirá después?”  La amiga sólo se limitó a decirle que reflexionara, que evitara tomar una decisión a la ligera. La novia se limitó a decir, que amaba a ese hombre, pero se amaba más ella y que iría a decirle “que no se casaría”.

Como se imaginarán, en un lugar donde estamos 10 pasajeros o más, siempre hay quien se integra a una plática que no es la suya. Una señora de mediana edad comentó:

— ¡Ay muchacha! De lo que te espantas y lo que te espera, llevo con mi marido casada casi 30 años, tenemos problemas económicos serios, y se me ocurrió decirle que puedo vender una casa que tenemos, así salimos de los problemas” pero su respuesta fue más que desagradable, me contestó: ¿Por qué la vas a vender? ¿Tú cuánto dinero aportaste para comprarla?

Me sorprendió sobre manera su reacción. Es cierto, dinero no aporté, pero trabajé fuera de casa durante los primeros 10 años del tiempo que he estado casada y cuando llegaron los hijos me dediqué al cuidado del hogar y la familia; ahora resulta que “No tengo derecho a vender la casa”. La razón: “no aporté dinero”, sólo que a mi marido se le olvidó que adquirimos esa casa gracias a mi nombre y crédito, pero eso para él no cuenta, ni contará, me llevé una gran sorpresa después de haber vivido con él, tantos años.

Por si fuera poco, una jovencita, sin dirigirse a nadie, y como si hablara para ella misma,  dijo:

“Yo le presté a mi pareja una suma de dinero considerable, no le pedí que me firmara ningún documento y tampoco le cobré intereses, yo sólo quería apoyarlo, él tenía problemas económicos, se veía muy mal en su estado de ánimo, y le apoyé. Pero me salió con que ahora no puede pagarme, que me irá dando el dinero como pueda, no de la manera acordada; la verdad en eso no quedamos, cada vez que le recuerdo su compromiso de pago, se hace el ofendido”.

Bajé de esa unidad de transporte apesadumbrada e incrédula.

Tres mujeres en un grupo de once personas (cuento al chofer) tenían problemas de dinero con sus respectivas parejas, cada una de esas mujeres habían confiado en su novio, o esposo y cada uno a su manera buscó su propia conveniencia o beneficio en detrimento de su respectiva compañera.

Algunos psicólogos dirán que a la pareja no debe entregarse tanto, pero en nuestra cultura la mujer comprometida apoya a su compañero, independientemente del lugar que diga que ocupa (novio, esposo, amante). Así nos enseñaron, si la mujer pone alguna condición para el apoyo a su pareja es mal vista, eso no es conveniente.

Tanto hombres como mujeres tenemos como parte de nuestro patrimonio el nombre, el crédito, y en otros países se tasa con valor patrimonial las relaciones en los negocios que tenga la persona.

Es común que el hombre o la mujer, una vez que deciden establecer una relación de permanencia aceptan al otro con todo lo que implica en una relación. Eso incluye los beneficios o las cargas económicas, pero al momento de iniciar una relación las parejas evitan hablar de la situación financiera que tienen, evitan tocar el tema como si fuera algo fuera de lugar.

Lo que debería ser para tener una madurez financiera, es hablar sobre los bienes de cada uno y la forma en qué serán administrados, para llegar a ello nos hace falta cultura, respeto a lo que es y aporta cada persona en una pareja.

En las situaciones narradas al inicio, hay tres mujeres perjudicadas en su patrimonio, pero también en sus sentimientos (igual pudieron ser hombres tratados de esa forma) llevan una carga económica y también menosprecio por lo que aporta, hay bienes que no se ven, están, y cuentan.

A medida que avanzamos como sociedad, hay un trato igualitario tratándose de las cargas económicas frente a la misma, pero en la parte individual -de persona a persona-, son pocos los varones que ponen en su justa medida la participación económica de la mujer en la vida matrimonial.

En otros países se reconocen las aportaciones económicas hechas por cada uno, se establecen las condiciones específicas para caso de separación, pero en nuestro país tocar el tema es un asunto delicado, hay quien se llega a ofender cuando se mencionan asuntos de dinero, pero son temas a tratar para sanas relaciones.

En el arte de vivir “todos seguimos aprendiendo” el dinero es un tema escabroso en relaciones de amistad, imagínense en relaciones de pareja. Aquí deberíamos de recordar que también el empeño de la palabra es un bien intangible, que al momento de realizar negocios, cuenta la firma de documentos que surgió para protección de aquellos que se sintieron en la necesidad de confiar en algo más que fuera la memoria de quién debe, y para proteger a futuro, su propio patrimonio y tener una manera cierta de cobro.

Afortunadamente para todos, cada vez hay más cursos de educación financiera, lo que dará como resultado que seamos personas responsables, confiables y respetuosas de los bienes de otros, incluyendo a nuestra pareja.

“El futuro económico, y no económico, de una persona lo determina más la buena o mala gana gestión del dinero que haga esa persona, que los ingresos que llegue a tener a lo largo de su vida”.                                       Gregorio Hernández Jiménez. Inversor de Bolsa.

“Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”.   Voltaire, escritor y filósofo.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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