Por Lylia Ciriam Verdugo Ruiz.

El miércoles es día de sacar la basura para que se la lleve el camión recolector, mientras realizaba esa actividad llamó mi atención un ruido extraño, diferente a los sonidos que reconozco, me asomé, un olor desagradable llegaba hasta mí, busqué de dónde provenía, me percaté que venía de la vivienda de enfrente de mi casa, afuera de ese lugar miré como un experto en plagas ataviado con un traje especial que hasta le cubría la cabeza. En forma minuciosa esparcía el plaguicida. Observé como primero dejó que escurriera por el techo, las paredes y ventanas, después fue dentro de la vivienda y continuó regando esa sabia exterminadora de alimañas por cada habitación, salió de la casa y mojó la barda perimetral por dentro y fuera de la vivienda.

No alcancé a imaginar porque habían fumigado de esa manera, más tarde la respuesta llegó, una de las vecinas me comentó que otro de los vecinos tenía Coronavirus, me lo dijo de tal manera, como si fuera una sentencia de muerte. Le contesté “Tener la enfermedad o ser portador no es sinónimo de muerte” deduje que quizá por eso el vecino de al lado había fumigado de esa manera. Fue entonces que me asaltaron muchas dudas, la primera es qué si con tanto lavarnos las manos y todo lo que hacemos para evitar enfermarnos del bicho malévolo que nos acecha, no sólo nos está matando de susto, sino que además nos está dejando sin anticuerpos a otro tipo de enfermedades.

No me malentiendan, soy partidaria de que todos nos lavemos las manos con frecuencia, de manera natural saludo a cierta distancia, además sé que el uso de cubrebocas es sólo para quienes están enfermos. Pero al ver que las propias autoridades sanitarias, o autoridades de otras dependencias no usan cubrebocas, eso es lo que a mí no me hace sentir segura, me hace dudar de las medidas que se toman, una cosa es lo que nos dicen que hagamos y otra cosa es lo que hacen las propias autoridades. ¿Ellos usarán un repelente anti virus?

Por si fuera poco, veo que cada quién fabricó su propio cubrebocas, con la tela que encontró, como resguardo personal y escudo, que no protege mucho, pero pensamos que sí. Es dónde recuerdo que la mente es muy poderosa, pensamos que el bicho nos matará, pero si llevamos un cubrebocas de cualquier tela no nos pasará nada. Por lo que omitimos buscar la certificación del producto que usaremos, y por otra parte, a nadie le da miedo comer tacos a un lado de una alcantarilla, y en esos lugares también hay bichos muy peligrosos, somos contradictorios.

Además, no veo por ninguna parte a las autoridades sanitarias verificando que se vendan los cubrebocas que cumplan con las normas oficiales sanitarias internacionales o nacionales requeridas, ni siquiera mencionan cual es la que dice los requerimientos que se deben cumplir, para la protección de las personas y que con ello eviten ser contagiadas con el coronavirus ¿Confiamos en las telas y mantas nacionales? ¿Tendrán un escudo protector especial, y no lo sabemos?

Por otra parte, con la preocupación de enfermarnos, perder el empleo, o que se incrementen las muertes por la Pandemia, nuestro sistema inmunológico se está debilitando y consecuentemente nos deja más expuestos a enfermarnos de cualquier cosa.

Vemos a nuestro alrededor las situaciones más extrañas, como que al entrar al supermercado te rocían un líquido desinfectante en las manos, y nuevamente al salir, pero por si fuera poco, muchas personas vuelven a rociar los productos antes de subirlos al maletero e incluso rocían el maletero. Lo que cada vez me hace pensar en que: Si de verdad nosotros mismos somos el virus mayor, que cada día nos dejamos sin defensas y también estamos debilitando nuestro sistema inmunológico con tanta limpieza, lo cual implica que seremos presa fácil a cualquier infección o enfermedad.

Reflexionar es un acto que nos permite deducir qué es lo mejor para cada uno de nosotros, mientras seguiremos las indicaciones que nos den y en espera de que no sean contradictorias. Y por si acaso mantengamos la sana distancia y saludemos de lejitos, que eso nunca le ha hecho daño a nadie.

“Nuestros cuerpos son nuestros jardines, nuestras decisiones nuestros jardineros”

William Shakespeare

“La libertad de pensamiento es un derecho sagrado de cada hombre individual, y la diversidad seguirá aumentando con el progreso, el refinamiento y la diferenciación de la inteligencia humana”

 *LAS OPINIONES DEL AUTOR NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA*

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