Por Lylia Ciriam Verdugo Ruiz.
Una vez que llegamos al mundo, nuestra vida está sujeta a respetar distintas normas: Unas sociales, religiosas, morales y las que nos rigen a todos independientemente de lo que pensemos o creamos, “las normas jurídicas”. Lo que me lleva a reflexionar, sobre lo expuesto que están los menores en la vida cotidiana. La forma en que vivimos en la “Nueva normalidad” deja al descubierto las agresiones que se están dando y se han dado en contra de menores, incluso por aquellos que deben cuidarlos.
Hoy, quiero referirme a la importancia de que el menor se sienta respaldado al decidir “si quiere saludar a una persona de beso y abrazo”. Es probable que a algunos adultos esto les parezca ajeno o extraño, pero es una buena manera de que se enseñen a decir NO, con el apoyo de sus padres o cuidadores.
En el transcurrir de los días durante el año que vivimos, nos ha permitido conocer por diversos medios informativos la violencia que se genera alrededor de los menores de edad. Y quiero hacer hincapié en que cuando a un menor de edad lo obligamos a saludar a alguien (conocido o no) de beso y abrazo, estamos omitiendo su derecho de que su persona sea respetada.
Un menor merece el mismo respeto que un adulto. Esto me lleva a la reflexión sobre las lecciones y apoyo que recibí en mi familia cuando fui una niña. Recordé que por ninguna circunstancia me obligaron a saludar a nadie de beso y abrazo.
Podía hacer un saludo cordial de lejos o de mano, pero si no me sentía cómoda para acercarme a alguien, no me obligaron a hacerlo. Para algunas personas esto era poco permisible, hasta que un día le preguntaron a mi papá el por qué lo hacía de esa manera, su respuesta fue simple y corta, “cómo aprenderá a decir NO si no sabe cómo hacerlo”, y en eso tenía mucha razón. Debemos ejercitarnos desde niños para tomar decisiones.
El tiempo pasó, terminé una carrera y poco tiempo después fui docente. Algunos años más tarde fui madre y pasé la enseñanza a mis alumnos y después a mis hijos. A medida que mi postura se dio a conocer entre otros docentes y padres de familia, me veían con cierto recelo. En mi defensa puedo decir: “Si a mí me fortaleció y no me hizo daño, a los demás tampoco les causará ninguno”.
Aprendí que yo estaría respaldada por alguien más (como mis padres), y eso me hizo sentir que podía confiar en mi propio juicio.
Parece algo simple, pero un niño debe saber que contará con el apoyo de las personas que lo cuidan y le aman.
Así que en los momentos que dedicamos a meditar en el día a día, sería conveniente que observáramos nuestra familia, ¿Somos respetuosos de las decisiones que toman los menores que la integran? ¿Escuchamos lo que nos dicen?
Y si es así, ¿Confiamos en su palabra? Situación muy importante: Confiar en lo que nos dicen y asegurarnos de comprender lo que nos dicen y cómo nos lo dicen.
Mientras todos aprendemos a adaptarnos a la nueva realidad, hay que dar una miradita a la formación y apoyo que les damos a los menores -hombres y mujeres-, que merecen ser comprendidos y escuchados; así viviremos de una manera armoniosa, con respeto para todos. Sin tantas ambigüedades al momento de expresar cada uno lo que queremos o no queremos.
Los menores un día se convertirán en jóvenes y después serán adultos que podrán expresar sin recelo ni temor lo que sienten. Y probablemente sean personas responsables, respetuosas y felices.
En la formación de seres humanos todos aprendemos día con día.
“No impongas una doctrina a tus hijos. Enséñales a pensar, a ser creativos, a cuestionar el mundo, a razonar. Nada es más decepcionante que un cerebro nuevo que ya ha sido manipulado con ideas que no han pasado por el debido escrutinio de la razón.” Dante Amerisi.
“Decir que NO, puede ser el máximo cuidado personal” Claudia Black.
“Debemos decir NO a lo que, en nuestro corazón, no queremos.” Suzette R. Hinton.
-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-