Carolina caminaba con su padre cuando de pronto una camioneta se les emparejó bajando de esta un hombre quien le gritó: “¡súbete a la camioneta!”, recuerda esta joven delgada, de pelo largo y negro, ahora de 25 años, intentó resistirse, pero pensó que si subía quizá no lastimarían a su padre: “Cuando estuve a punto de hacerlo, la persona que venía con él (Al volante), tiró un balazo dentro de la camioneta, fue ahí cuando corrimos”, dice con la respiración entrecortada.

Su padre le contó que él alcanzó a ver que dentro de la camioneta “Había más personas, que no sabía si eran mujeres u hombres porque estaban encapuchadas y además tenían cadenas en los pies y en las manos”.

Tamara de 28 años vivió 12 años con su esposo, padre de sus tres hijos, hasta que un día los problemas de celos se convirtieron en una paliza que casi la mata. “Él me decía que ya no iba a despertar, y yo recuerdo mucho los golpes y llegaba el momento en que perdía la fuerza y decía (Mentalmente): ‘¡No, los niños están durmiendo, no te puedes quedar dormida tú!’ Y entonces abría los ojos y de nuevo sentía golpes, entonces él me acostó junto a mis hijos y me dijo que me despidiera porque era la última vez que los iba a ver (…) pero de repente mi pequeña salió y empezó a gritar que nos ayudaran”, añade con cierto orgullo. “Le dije ‘vamos a correr’ y mucha gente se dio cuenta, pero desde ahí entendí que la indiferencia también es un enemigo. Él nos alcanzó y se alcanzó a llevar a mi hija de regreso y yo corrí a casa de mis papás”. Sus padres después recuperaron a sus hijos.

¿Qué pasa en Baja california, en el país, en el mundo? Algo de todos los días se está convirtiendo el leer casos tales como violencia doméstica, abusos, feminicidios,  separaciones, violaciones, muertes, ¿Qué pasa? ¿Es entonces el momento de creer que se terminaron las falacias y que la realidad de pronto golpea a nuestra puerta y debemos aceptar que la violencia ha superado los límites sociales? En realidad es así, los hechos violentos nos golpean pero hay algo que golpea más a esta sociedad que encuentra divertido que el vecino golpee a su esposa o viceversa, que encuentra culpable a la chica que fue ultrajada por caminar tarde en una avenida, que fue acosada por su vestimenta. Encuentran divertido el molestar al niño indefenso en la escuela, encuentran culpables porque “Algo habrá hecho” el hombre o la mujer que es asesinado a sangre fría, celebran el homicidio de personas por su empleo y hasta vierten comentarios donde señalan que esperan sean asesinados más.

No es solo culpa de la violencia, es culpa de una sociedad insensible que prefiere el morbo antes que el sentir del humano.

Encontramos que hoy en día gracias a las redes sociales todos somos capaces de señalar, ofender y hasta criticar un suceso sin antes conocer el hecho, preferimos ver las fotos del resultado de algún crimen antes que conmovernos por el sufrimiento de la víctima.

Somos una sociedad sucia, una sociedad inhumana, una sociedad egoísta.

Aquel que festeja la muerte de un elemento de la policía, ¿Tiene idea de cuánto lloró su madre al saber la noticia, de cuánto extrañarán los hijos a un padre, cuanto recordará un hermano a su compañero? ¿Quiénes nos creemos para señalar si merecía o no que se le arrebatara la vida?

Aquellos que señalan culpable a la mujer que fue ultrajada, ¿Sabes cuántos años le llevará superarlo si es que quedó con vida? ¿Conoces el dolor de un padre que ha sido notificado que el cuerpo de su hijo o hija ha sido encontrado calcinado? ¿Que el cuerpo de su hija ha sido desechado? Tú que señalas que te burlas, que comentas, que festejas, te has puesto a pensar que no estas exento a que el día de mañana de quien comenten sea de ti, de tu familiar mientras tú tratas de superar el duelo.

Cada vez estamos más vacíos, olvidamos la hermandad, olvidamos el valor de la vida, pero sobre todo olvidamos el dolor ajeno.

Sólo me pregunto, ¿qué ha pasado en esta sociedad?, ¿por qué se dan estos acontecimientos? Dejemos de festejar asesinatos, dejemos de dañar la imagen de quien ya no está.

Recordemos un dicho que dice “De lo que abunda en el corazón, habla la boca”.

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