Por: Antonio Meza Estrada*

El cardenal Maida tenía veinte años como arzobispo de Detroit y diez como cardenal, de la Iglesia Católica. Instauró una pastoral para los migrantes -en esas épocas fundamentalmente mexicanos y centro americanos-. Pidió a sus sacerdotes estudiar su idioma y cultura. Algunos viajaban en el verano para aprender de Mesoamérica, vivencias y su religiosidad.

No pocos de sus ministros terminaron siendo súbitos de Santa María de Guadalupe. En esos años, y a raíz de la elevación de Juan Diego a los altares, proliferaron los templos a él destinados, así como la colocación de su efigie en las parroquias y capillas.

La región de los grandes lagos de Norteamérica, fue colonizada por europeos procedentes de Alemania, Polonia, Holanda e Italia, principalmente. La gran mayoría eran de profesión católica o luteranos. En las últimas décadas, se fueron despoblando sus templos a medida que se secularizaba la vida y que los jóvenes dejaban las creencias de sus ancestros. Edificios del siglo XIX en los rudos inviernos cubiertos por la nieve y por la maleza en primavera y verano. Inscripciones en polaco, alemán e italiano en sus frontispicios. Santos, efigies y costumbres religiosas de esas regiones.

Por interpósita persona, Maida me invitó a una cena en el Seminario de Detroit, donde acudirían los miembros del ministerio hispano y de la pastoral de migrantes. Como Cónsul de México en esa región, lleve el mensaje de nuestro gobierno en favor del apoyo de la iglesia a nuestros paisanos.

Luego de una ronda de intervenciones de los presbíteros invitados -algunos hablaban en español y la mayoría en una mezcla inteligible de ambos idiomas-, fue mi turno.

“Padre –le dije- he recorrido innumerables templos de la arquidiócesis. Construcciones del siglo XIX y principios del veinte; todos en la franja del rush belt. Ya no hay en esta región obreros industriales y Norteamérica dejó la industrialización y la industria pesada que se han ido a otras regiones del mundo”.

Esos templos, ahora son frecuentados por migrantes católicos venidos desde Mesoamérica. Acuden con sus familias a solicitar los sacramentos y el consuelo espiritual de sus sacerdotes y diáconos. Depositan sus discretas limosnas y se inscriben en obras de caridad y trabajos misionales en pro de América Latina. Ellos y sus familias, le dan vida, nueva vida a esos venerables templos, construidos por la migración de obreros europeos hace ciento cincuenta años.

“Padre –seguí diciéndole-, en el Génesis, Capitulo 14, nos narra la Biblia como el Señor le encomendó a Abraham y Sarah tener un hijo en su adultez… y a pesar de la incredulidad de ellos, el Señor les pidió lo atendieran y educaran como si ellos fueran jóvenes y tuviesen pocos años.

Así ocurre hoy, el Señor le ha enviado a la Iglesia Católica de Norteamérica esa bendición que son los migrantes… para que les administren los Sacramentos y los apoyen desde sus ministerios… para que, como todos los migrantes que han creado esta nación, tengan iguales oportunidades y respeto a sus derechos. Y de paso, la Iglesia se renueva en la vitalidad de ese valioso grupo humano que viene en busca del sueño americano”.

El Cardenal convocó a una oración y pidió, en ese sentido reorientar la pastoral en favor de los migrantes.

*Contacto: yerbanis33@gmail.com

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