Mucho se ha escrito sobre la velocidad con la que vive la sociedad actual, lo efímero de la información, el vivir el presente. Si generaciones previas tardaban semanas o meses para recibir respuesta a una carta, las personas actuales se desesperan o molestan por que no reciben respuesta de manera casi inmediata o por que los dejan en “Visto”. Ahora más que en otros tiempos la memoria colectiva es a corto plazo, olvidamos rápidamente.
Desde que nuestros ancestros evolucionaron a Homo Sapiens y tuvieron conciencia de su paso por este mundo surgió su interés por dejar plasmadas sus diversas actividades, así se han encontrado pinturas rupestres – siendo las de Borneo las más antiguas, datan de hace más de 40,000 años – que nos muestras las actividades cotidianas de una comunidad, pero también, las religiosas, su concepción del universo, de la creación, la historia de sus pueblos, acontecimientos bélicos, astronómicos, climáticos y algunas otras historias con el objetivo de que no fueran olvidadas por las generaciones futuras porque consideraban que de ello dependía su permanencia.
Toda sociedad actual ha pasado por un proceso de crecimiento a través del tiempo, es así como en ella podemos encontrar vestigios de formas de pensar, concepciones sociales que se manifiestan en tradiciones, costumbres, construcciones heredadas por quienes pasaron antes que nosotros por esta sociedad.
Es importante difundir la historia, no solamente para recordar a los grandes próceres de la comunidad, aquellos acontecimientos importantes para la historia local, o aquellos actos atípicos que por su rareza se recuerdan o dejaron huella. La difusión de la historia debe tomar en cuenta las diferentes piezas del rompecabezas y permitirnos tener una mejor comprensión de la situación actual de nuestra sociedad para salvaguardar aquello que como sociedad consideramos relevante, trascendente para la historia local, pero a su vez nos permita tomar mejores decisiones para nuestra comunidad.
La difusión de la historia preserva la memoria colectiva, nos da una identidad como comunidad, un sentido de pertenencia y arraigo.
Por Héctor Mejorado de la Torre.