“¿Estoy tan mal como para necesitar un terapeuta?” cuantas veces escuche esa pregunta a lo largo de los años, pareciera que es una norma general el pensar que la ayuda profesional es solamente para quienes tienen problemas gravemente extremos.

En la gran mayoría de las ocasiones, cuando vivimos momentos en donde nuestro estado de ánimo es alterado, sea tristeza, enojo, resentimiento, depresión incluso, tratamos de utilizar nuestros propios medios para tratar de reponernos, lamentablemente no siempre contamos con las estrategias adecuadas para llegar a buenos resultados.

Y si nos proponen que acudamos a terapia, despierta en nosotros una sensación de incapacidad, o nos sentimos devaluados, incluso podemos llegar a sentir que hemos fracasado.

Todo esto tiene poco de cierto, cuando una persona acude a terapia no es para recibir instrucciones para seguirlas al pie de la letra, sino una guía con la cual es el propio paciente que trabajará en pro de su mejoría, tanto dentro, como fuera de la sesión.

De tal forma que acudir a terapia no es un fracaso, es la búsqueda de otro camino, u opción, para mejorar y encontrar una mejor estabilidad emocional, claro que eso depende en gran parte del paciente, la terapia funcionará como una guía para encontrar mejores estrategias.

Por lo tanto, en ningún momento tendríamos por que sentirnos devaluados, mucho menos fracasados, sino todo lo contrario, buscar ayuda es signo de madurez y responsabilidad, pues estamos buscando una mejor calidad de vida, aun sabiendo que no será algo sencillo.

Cuando tenemos algún padecimiento, dolor físico, enfermedad, acudimos con especialistas sin ningún problema, en los últimos años el recurrir al psicólogo se ha vuelto algo cada vez más normal, pero aún falta camino por recorrer.

No es más valiente, ni valioso el que vive en una situación desagradable sin pedir ayuda, sino el que reconoce la necesidad de pedir apoyo y actúa en consecuencia.

“Ir a terapia es enfrentarnos a nosotros mismos”.