Hace dos semanas fui a la Secretaría del Bienestar, para poder obtener el registro como “Dios manda” -pues ya varios nos hemos topado con la maravillosa NO logística en este menester-

Me formo, entro, me siento.

A lado mío una señora joven me dice:

-¡Qué padres tus zapatos!

(los papos en cuestión eran unos tenis de tacón negros, bastante coquetillos… la neta)

Le agradecí e insistió:

-De verdad, que están muuuy suaves. ¿Los compraste aquí?

…Y ANTES DE QUE CONTESTARA, ¡SIENTO UNA MANO QUE ME TOMA DEL HOMBRO PARA IMPULSARSE HACIA ADELANTE!

Aparece entonces, una cara con cubrebocas junto a mi oído izquierdo en modo de invasión de mi círculo ya no personal, sino anticovidiento.

Siento un escalofrío y me doblo como dicen los manuales de aterrizajes forzados, cuando ¡antes de que cante un gallo escucho la voz de otra señora que se había saltado de la fila de atrás para VER LOS ZAPATOS!

-¡A ver esos zapatos! ¡Ay mira! Si que están bonitos.

¿Dónde los compraste?

Ya pasado el susto de la intempestiva presencia, le contesto:

-¡Ah! Los pedí por internet.

-¿Cómo? – me pregunta-

-En línea, los compré en línea, por internet.

Interviene entonces la primera en elogiar mis zapatos -que de haber sido personas ya estuvieran “chiveados” – y pregunta:

-¿Los pediste en alguna tienda en particular?

-En AMAZON, le contesté.

Nooo pues, ya se han de imaginar: El lugar chico, la gente sentada, todos a media voz y tanto mis zapatos como mis diminutos pies eran las estrellas y el foco de atención de la secretaría del Bienestar.

Yo con los ojos puestos en mis zapatos, esperando que nadie los pisara como en la primaria.

Entonceeeeeeeeeees, la señora abalanzada, saca un post- it de su bolso y me dice:

-Escribe aquí el nombre de la tienda esa…

Nos vamos recorriendo de silla en silla y por fin es mi turno.

Me atienden y mientras estaba en pleno momento aclaratorio con el siervo de la nación…

¡PUMMMM!

La señora, que aparte usaba bastón, se vuelve a hacer presente y con teléfono en mano, me pide a grito pelado:

-¡Mijita de favor, estira el pie para tomarle una foto a tus zapatos!

“SAY WHAAAAAAAT?”

(Menos mal que no fue estirar la pata)

¡JAJAJAJAJA, me sentí bicho en aparador! No cabe duda que el surrealismo me persiguió ese día.

Ahí me tienen en medio de la Secretaría del Bienestar haciendo el ridículo.

La escena:

El siervo de la nación buscando en chinga los datos, yo reclamando (ya se han de imaginar el despliegue de inconformidades que me estaba echando ahí); mis zapatos cohibidos a punto de ser parte de la alfombra roja del bienestar y una señora decidida a conseguir los ejemplares…. ¡No’oombre!

-Ahora ponlos más como de lado y te voy a tomar una desde arriba.

La mujer interrumpiendo, el servidor hablando, yo con la “pata” de lado como Jessica Rabbit , con el cuerpo sentado y girado a medias, la mirada fija en mi asunto pero con un ojo perdedizo en vías de estrabismo, vigilante de la integridad de mis patrullas.

-No le puedo picar a que haga el ruidito de que ya tomó la foto… ¿le sabes tú? 

Pa’ no hacérselos más largo, terminé tomando la foto yo.

Menos mal que no me pidió mi número.

Salí con asunto arreglado, papel en mano, torso curveado, colti y con un chingo de antibacterial en las manos; caminando a paso firme, erguida como torera, después de capotear la ineptitud del sistema de salud.

¡Es cuanto!

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