Relatos de Ultratumba.

Por: Jorge Vargas

Derechos de autor para el presente texto: Alex Moralex Gómez.

Nuestro pueblo siempre fue conocido por un lugar donde habitaban las brujas, las hay buenas y las hay malas. Donde vivíamos también había de ambas.

De niño, nuestras madres nos amenazaban con las famosas brujas, decían que si no obedecíamos se nos iban a aparecer. Se puede decir que tuve dos experiencias con dichos seres demoníacos:

La primera fue una noche. Mi hermana y yo salimos afuera a cepillar nuestros dientes para irnos a la cama (en aquel entonces, el servicio sanitario y lavamanos quedaban  fuera de casa), así que estábamos en esta labor, cuando vivos tres bolas de fuego unidas, estas chillaban como un pájaro herido; la verdad mi hermana y yo no sentimos miedo, aquello era novedoso y nos quedamos embelesados mirando.

Venía directo hacía nosotros, mi madre escuchó aquel chillido desde dentro y corrió, nos tomó de nuestras manos, nos metió a la casa con toda prisa. Nos dijo que era una bruja y nos quería llevar con ella.

En otra ocasión, mi madre discutió con una vecina porque ésta,  había tirado basura a nuestro solar. En la noche, cuando ya estábamos acostados, un ventarrón se sintió fuera de casa y escuchamos todos como algo se asentó en el techo, vi a mi madre que sacó algo de debajo de la cama, afuera se reía una mujer -una risa tenebrosa y aguda-, mi madre tiró agua del pequeño recipiente que había sacado de la cama, yo la escuchaba decir oraciones, no las  recuerdo muy bien, pero era algo así:

“San Benito, ahuyéntalas; San Francisco, derrótalas; San Judas, castígalas. Sé que invocó a varios santos y a cada uno le pedía algo, mientras seguía regando agua por la casa. Fue así que aquello que había en  el techo, dio un bufido más que un chillido, se escuchó volar y desaparecer en la noche. Mi madre nos dijo que era su vecina que era bruja y quería molestarnos por la discusión del día, pero que el poder de Dios la había hecho huir.

De niño seguí escuchando cuentos de brujas de todos los adultos, casi todos mis tíos y hasta mi propio padre, llegaron a decir que los molestaban las brujas. Yo no entendía muy bien de qué se trataba, pero prefería no preguntar, aquello me causaba terror.

Cuando llegué a la juventud y empecé a frecuentar chicas, olvidé el cuento de las brujas, así que iba de noche por caminos y carreteras, mi madre siempre me advertía que tuviera cuidado con las brujas.

Muy pronto empecé a hablar con una chica de mi edad, vivía cerca de mi casa, a unos veinte minutos, el único inconveniente era que para llegar allí, había que pasar un pequeño bosque; la verdad era que sus árboles eran bastante grandes y dentro del pequeño bosque la oscuridad era absoluta.

Una tarde fui a visitar a mi nueva y primera novia, esa tarde también conocí a su hermana, una mujer muy linda un poco mayor que nosotros, su mirada era penetrante y maliciosa, me guiñaba el ojo a escondidas de mi novia (no puedo ocultar que esa mujer me tenía nervioso), algo me atraía de ella, además de su belleza pero también algo me llenaba de temor. Aquella mujer era como un demonio hermoso.

Pasadas las ocho de la noche, me despedí de ambas, la hermana me guiñó de nuevo un ojo, como con complicidad, una complicidad que yo no entendía, pues apenas la había conocido. Antes de llegar al bosque sentí volar algo en los árboles, en los primeros árboles del bosque sentí el canto de una lechuza -algo muy normal en aquellos lugares-, pero también es algo atemorizante escucharla.

Seguí mi camino y me adentré en el bosque, pero a medida que avanzaba la lechuza me seguía, siempre estaba en un árbol al lado mío. A la lámpara que llevaba se le fundió la única bombilla, no pensé en un repuesto, ya que esta era nueva, cuando ya mis nervios no podían más, empecé a correr pero algo extraño ocurrió: Me sentí desorientado, perdido, no podía saber dónde estaba y cuál era el camino. ¡No podía ser! ¿Cómo no iba a saber el camino, si yo conocía aquel pequeño bosque a la perfección?

¡Dios mío! ¿Qué estaba pasando?

Escuché cuando los árboles empezaron a batirse de lado a lado, era como un huracán en seco, parecía como si fueran a arrancar los árboles; caía también una lluvia como de arena, yo no corría, no porque no quisiera, sino porque no sabía para dónde hacerlo.

El lugar donde estaba era completamente desconocido para mí, me acurruqué  como un niño pequeño en un árbol y no siento vergüenza de decirlo. Lloré a mares, estaba muerto de miedo, esperando que el demonio llegara por mí; ya daba todo por perdido, aquello no era normal, cuando escuché una risa de mujer, una risa chillona y tenebrosa. Solo allí caí en cuenta que lo que me estaba pasando, era cosa de una bruja.

La risa que escuché era la misma que había escuchado de niño, no recordaba muy bien las oraciones de mi madre, así que empecé a decir:

“San Benito, ahuyéntala” Repetía y repetía la misma frase, la única que recordada, fue así como todo volvió a la normalidad y a pesar de la oscuridad, yo sabía bien el camino.

Cuando llegué a casa todos dormían, así que en silencio me fui a dormir pero muy pronto sentí el canto de la  lechuza fuera de mi casa. No tuve que pensarlo mucho, aquello era la bruja y venía detrás de mí. Antes de que pudiera levantarme a decirle algo a los de la casa, un peso inmenso cayó sobre mi pecho, me daba dificultad respirar, aquello había venido a matarme –pensé-

Toda la noche fue un infierno…cuando me sentía desfallecer, aquello me daba un respiro y volvía con más fuerza sobre mi pecho, sin previo aviso desapareció.

Escuché su carcajada y su aletear antes de marcharse, muy pronto escuché el canto del gallo y supe que había amanecido, le conté todo lo ocurrido a mi madre, quien me dijo que eso eran cosas de las Sandoval, esas mujeres tienen fama de brujas y “no de las buenas”, remató.

Mi nueva novia era una Sandoval, de ellas hablaba mi madre. Yo no podía creer que una mujer tan linda, fuera así de malvada, así que en la tarde subí a hablar con ella, quería saber por qué me había hecho algo así.

Cuando toqué la puerta, me abrió la hermana…más bella que el día anterior.

Me preguntó con una sonrisa maliciosa, cómo me había ido ayer en el camino y qué tal había pasado la noche. Entendí que lo de la noche anterior no había sido cosa de mi novia, sino de mi cuñada; cuando mi novia pareció, le dije que había ido a que termináramos aquella relación porque aunque yo sabía que no era ella la bruja, sabía que era su hermana y esta me podría seguir molestando y haciendo daño.

Mi novia lloró y me suplicó que no terminara con ella, me pedía una explicación, la cual yo no le di. Volví a casa y le conté a mi madre  lo que yo sospechaba, ella me dijo que efectivamente, la mayor de las Sandoval era una bruja bastante poderosa y reconocida.

Lo mejor que podría hacer, era bañar unas tijeras en agua bendita y ponerlas debajo de la almohada abierta, ya que estas  representan las espadas cruzadas con que los templarios lucharon contra la maldad y en defensa de la Iglesia. Con esto no la atraparíamos, pero impediría que ella volviera a visitarme. Así lo hice y no sé si fue eso o que nunca más volvió a molestarme porque no le apetecía.

Unos meses después me fui del pueblo y regresaba a fin de año. Fue así como me enteré que ni primera novia había muerto en extrañas circunstancias.

Un día me encontré con la mayor de la Sandoval, seguía  siendo igual de bella, igual de joven como si en  verdad no le pasaran los años, me invitó a tomar un café; yo ya era un hombre mayor y maduro, así que no le vi inconveniente. Para sorpresa mía, me confesó que ella era quién había estado conmigo esa noche en el bosque y  en mi habitación porque le había gustado, pero ella sabía que yo no la pretendía a ella sino a su hermana, y eso la hizo sentirse celosa.

Lo único que había hecho era un juego erótico para ella, un juego macabro para mí.

Me aseguró que ya no practicaba la brujería, no le dije nada. Pagué la cuenta y me fui.

Le conté a mi madre lo ocurrido y ella me dijo que esa mujer seguía siendo una bruja y no sólo eso, sino la más poderosa y mala  de la región, que por eso se seguía conservando joven; ya que robaba a la juventud de otras chicas.

Hay quienes aseguran que a su propia hermana la  mató y le robó su juventud. Yo volví a la ciudad, ya muy pocas veces voy al pueblo y a la distancia veo a la hermana Sandoval, sigue siendo la misma: igual de bella, igual de sensual, igual de malvada.

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