Escribo bajo la luz de la última luna de éste año, y recuerdo que entre las muchas cosas que nos dejaron nuestros ancestros prehispánicos está aquello de la magia de los números, hoy es viernes trece, para muchos quizá es el momento de echar un poco de sal sobre el hombro, evitar caminar debajo de una escalera o hasta rezar cuando ven un gato negro. Pero… los antiguos mexicanos conocían su magia, representaba las trece lunas del calendario maya, las cuales funcionan en perfecta armonía con los cultivos y con el nacimiento de todo lo que tiene vida, aún más allá, nos sincronizaba a cada uno con el movimiento de nuestra propia tierra que como ser viviente mayor nos permite estar en ella a cambio de nuestros cuidados.

Me quedo con lo que escribieron los mayas sobre “La vibración propia del número trece” nos lleva a un reencuentro con nuestro “Ser esencial”, una energía superior que nos hará trascender al universo.

En la mitología azteca se habla de los trece cielos, y el inframundo dividido en nueve regiones, además representan el universo vertical, en las que fuerzas superiores e inferiores convergen desde la tierra en las que cuerpos celestes ascienden y descienden al inframundo, en un movimiento que no cesa, en el que el tiempo como lo conocemos y medimos no existe. Se entrelazan para hacernos florecer, realizando todo aquello que es lo que se espera de lo que somos con relación a nuestros dones, porque sí, “Todos tenemos dones”.

Cuando imagino lo descrito por los aztecas es como ver un gran árbol, sólo veo en mi mente el follaje de los trece cielos, hay mucho espacio para nosotros en los cielos, al final somos más los buenos, confían en que tomaremos las decisiones que nos lleve a ello, y si no es así ¿Para qué harían un cielo tan grande?

Al inframundo no es algo a lo que dedique mucho de mi tiempo a leer sobre ello, por que si fuera el caso de que debiera llegar a ese sitio nada de lo que haya leído creo que me sirviera, a menos de que quien cuide la entrada sea Cerbero o un Xoloitzcuintles, que espero sean sordos, ya que si me toca verlos no tendré el valor necesario para mirarlos pero si el suficiente para contarles todos los cuentos que he aprendido y hasta aquellos que no he inventado, eso sí con los ojos cerrados. Por lo cual me entretendré un buen tiempo en la entrada y cualquiera que sea su amo Hades o Mictlantecuhtli, tendrán que ver porqué está atorado el movimiento de las almas en la entrada.

En la mitología de los indígenas de nuestro Estado, hay unas coincidencias maravillosas, también consideran que nuestra tierra está viva, debemos convivir con ella en armonía y amor, respetando su propio movimiento, ciclo y la época de guardar (Reposo o veda) para que se regenere y sea nuevamente productiva y generosa con lo que nos entrega por haberla cuidado con esmero y amor en el ciclo anterior. Conocen el movimiento de los astros y el del mar para poder respetar su propio tiempo.       

Quizá estos conceptos para muchos suenen desgastados y arcaicos, ahora se escuchan voces  se revelan, y hablan de una forma de vida que ahora llaman “Integral” pretendemos regresar a esos principios, pero cuando queremos retomarlos porque así lo indican médicos, psicólogos o demás profesionistas de la salud, se nos olvida lo más importante, el respeto a nuestra gran casa llamada tierra.

Lo que conservo de lo que he leído es lo que más me gusta del número trece: Es mágico, los dos números sumados resultan en el número cuatro: Tierra, fuego, aire y agua, proporcionan el origen de la vida, aderezados por lo único que hace mover el universo: El amor. En cualquiera de sus formas. Amar implica entregarse sin reservas, en forma plena y total con el interés de único de proteger, cobijar apapachar a quien amamos o lo que amamos, eso lleva a la felicidad, suena poco práctico, pero es lo más difícil que podrán hacer, el amar implica dejar de lado el egoísmo ¿Cuántos somos capaces de amar así? Quizá “Todos y cada uno de nosotros”, si queremos encontrar un amor de película, les recuerdo que una película dura algo así como entre 120 y 180 minutos, dejo de lado “Lo que el viento se llevó” que para verla debe haber un intermedio, consume 238 minutos de tu vida.

Cada día envuelve su propia magia, no creo en todo lo que he leído, hay algunos conceptos que son abstractos y de tanto serlo concluyo —todo pasa como tiene que pasar— en relación a lo que somos y lo que hacemos, somos producto de nuestras propias decisiones, mientras espero que disfruten este día. Y cada uno haga su propia interpretación del número 13…

“Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quién se pueda enamorar de tu sonrisa”

-Gabriela Mistral

“Amor es un secreto, que los ojos no saben guardar”

-Anónimo

“Amar, con entrega es la forma de dar gracias al creador de existir”

-Lylia Ciriam Verdugo Ruiz

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