Por Lylia Ciriam Verdugo Ruiz

Un día del maestro distinto a los de otros años, los momentos de incertidumbre que vivimos en la sociedad mexicana y en el mundo, hizo que los festejos ahora sean distintos. Las fechas pasan al igual que los días y las hojas del calendario nos permite saber que estamos a la mitad del mes de mayo, en un año en el que durante varios meses hemos visto la cara de muchos de nosotros cubierta con diferentes prendas y protecciones.

Los docentes, también dedican momentos de reflexión ante las actividades que deben realizar para impartir sus clases, ahora cada uno desde sus casas. Al igual que sus alumnos y los padres de los mismos, enfrentan esta nueva forma de trabajar con: Creatividad, entusiasmo y en espera de hacer lo mejor para los niños y jóvenes. Incluso han incluido en su lenguaje los conceptos necesarios para comprender lo que sucede alrededor de la Pandemia, con la finalidad de poder trasmitir información correcta a cada uno de sus alumnos.

En un momento de cambio y adaptación en nuestro país, las bases dadas a los alumnos son importantes, todos aprendimos a leer y escribir gracias a los docentes, algunos más dedicados que otros, pero al final de cuentas todos nos aportan o aportaron algo.

En alguna época de nuestras vidas a cada uno de nosotros nos toca enseñar, hay personas que de manera natural tienen facilidad para transmitir conocimiento, otros debemos tomar cursos para hacerlo. Quienes tenemos la oportunidad de instruir a otros sobre cualquier tema somos muy afortunados, lo mejor del conocimiento es que al compartirlo te enriqueces y a su vez te permite aprender más.

Cuando volteo a ver el trabajo de los docentes que se dedican a impartir clases en preprimaria y en los dos primeros grados de primaria, me maravillo de lo que hacen con la mente nueva y limpia de nuestra niñez, que son una materia prima muy valiosa. Enseñarlos de manera que cada uno pueda aprender y esperar que llegue la madurez, no en el tiempo que indica el sistema educativo, sino en el tiempo que les indica su propio cuerpo es un trabajo extraordinario.

Mi admiración hacia los maestros viene de algunos docentes que me impartieron clases, como aquella maestra llamada Placidita de la que no recuerdo su apellido, pero que decía que las niñas debían llevar el cabello recogido o muy cortito para que pudiéramos ver las letras, y que los hombres debían llevar sus cabellos cortos y bien peinaditos, para que pudieran ver las instrucciones en el pizarrón. Cada lunes debíamos pasar la inspección antes sus ojos pequeños e inquisitivos, a los que no se les escapaba que el uniforme estuviera planchado y los zapatos muy limpios, cualquier omisión era comunicada a los padres o tutores, a quienes en un recado personalizado que hacía llegar al responsable del niño, con una letra perfectamente escrita como de invitación a una boda (Palmer o pegada, como decíamos antes) se hacía saber al padre o tutor que al día siguiente lo requerían en el grupo de su hijo. Cuando esa maestra hacía un citatorio, no recuerdo quién era el más preocupado, si el progenitor o el alumno, en algunos casos el papá o mamá requerido también había sido alumno de la misma maestra, y era común escuchar aquello de ¿Tan pronto te olvidaste de las reglas? nosotros niños al fin, veíamos con interés los zapatos del papá o la mamá o quien fuera como responsable del menor, quien  sin importar a que se dedicara (obrero, carpintero o peón) sus zapatos aunque estuvieran muy usados lucían limpios. Creo que muchos recordarán a esa maestra o alguna de características parecidas.

Tiempos pasados que dejaron huellas importantes en nosotros, por lo que hoy recuerdo a esos docentes que tienen la fortuna de instruir a los infantes en sus primeros años a quien no sólo les enseñan a leer y escribir, abrocharse las agujetas de los zapatos, con orejitas de conejo, abotonarse la camisa, además les llenan sus cabezas de sueños e iluminan si imaginación.

Esos docentes son quienes les enseñan sus primeras canciones y bailables para su adecuada estimulación, con la finalidad de que sean seres plenos y felices. Advierten si el menor tiene algún problema de postura, visión o auditivo. Son el filtro de problemas que quizá pasaron inadvertidos para muchas otras personas. En algunos momentos, esos docentes son el único apoyo de cariño y protección con la que cuentan los menores, su salón es un lugar de refugio, conocimientos y sueños. Por lo que, si bien es cierto que todos los docentes son importantes en cada uno de sus trabajos, el conocimiento permea en cada uno de nosotros cuando aprendemos a leer y escribir.

En el día del maestro, un reconocimiento a todos los docentes que en un momento hacen vivir las historias de colores a los niños, permiten que en el futuro tengamos personas responsables y trabajadoras en nuestro Estado y nuestro país.

“El maestro deja una huella para la eternidad; nunca se puede decir cuando se detiene su influencia”

Henri Adams

“El arte supremo del maestro consiste en despertar el goce de la expresión creativa y del conocimiento”

Albert Einstein

*LAS OPINIONES DEL AUTOR NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA*

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