Por Lylia Ciriam Verdugo Ruiz.

¿Alguna vez has tenido la oportunidad de ver una fotografía impresa, movida? Es probable que algunos no sepan que es, pero antes era común desecharlas, ya que la imagen de la persona u objeto no podía ser apreciada, nos causaba incomodidad verla, algunas tomas eran extrañas, las imágenes parecían como si fueran humo o en algunos casos, si la persona que tomaba la fotografía era empujada de improviso, sólo se veía una imagen de colores extraños, brillante u opacos, era lo que se había alcanzado a tomar como imagen en el momento.

La mayoría de las personas que tomábamos las fotografías lo veíamos sólo cuando eran impresas. Era todo un protocolo ver las fotografías, familiares o amigos se reunían a verlas para poder comentar el evento que había sido guardado en esas imágenes. Había quienes guardaban sus recuerdos impresos en una cajita, álbum, o tenían diarios llenos de recuerdos con las fechas y relatos cortos sobre lo acontecido en aquel momento, acompañados de la imagen que pegaban en las hojas lo que permitía recordar lo que había sucedido, claro información detallada de quién escribía, aunque después quienes conocían el hecho pasado, recordaban de forma distinta lo sucedido. Eso me hizo recordar que:

Mientras la Pandemia nos ataca por todos los flancos, debí dejar mi encierro para realizar algunos trámites y pagos. Caminé por la acera de enfrente de un hospital que tiene mucho tránsito en nuestra ciudad, vi una persona en una camilla, con cubrebocas, y sobre su rostro una careta transparente. A su lado los camilleros y médicos enfundados en los trajes especiales para protegerse de la enfermedad. Aun no logro descifrar qué fue lo que más me impresionó, si la imagen del enfermo (A quien sólo vi de reojo) la fila de las personas en espera de noticias de sus familiares internados, el señalamiento para guardar la sana distancia o el silencio fuera del lugar. Al caminar entre ellos evité las miradas de quienes estaban en aquel nosocomio al que vi más grande y desolado, con ese vacío que da la incertidumbre.

Transcurrieron dos días desde que vi aquella imagen, y no queda clara en mi memoria. Como si mi mente la guardara con error de impresión, quizá para que fuera menos atroz el recuerdo, pero eso no sirve de nada, quizá no recuerdo las caras de quienes esperaban noticias de sus familiares enfermos, y si recuerdo con calosfrío su dolor.

Reflexiono y pienso en que traté de pasar por el lugar lo más rápido posible, evité ver directamente a las personas en el lugar. El silencio acompañaba a los presentes, los sonidos eran los pasos y movimiento de las personas, entre los que esperaban noticias no había charlas como en otros momentos. No hacía falta preguntar nada, sentí que invadía la intimidad de cada uno. El hospital es un lugar público pero el dolor es propio, de los que esperan noticias de los enfermos, el de los enfermos y de todos los que los atienden. Así como de aquellos que esperan a los que saldrán del hospital, ya sea para descansar después de una larga jornada de trabajo o de los que se recuperaron de la enfermedad.

Cualquiera que se la espera en casa y cualquiera que el resultado. Los demás, los que vemos de lejos el sentir de cada uno podemos decir que comprendemos, pero la incertidumbre sólo lo pueden sentir y describir quienes lo viven. Aquellos que en aquel momento les duele el alma.

Mi apreciación del dolor las personas a quienes vi, es indescriptible, sólo me resta decir: Hay que seguir en espera de que las cosas mejoren, que cada uno en nuestras posibilidades hagamos lo propio, para evitar enfermarnos o que se enferme algún miembro de nuestra familia. Debemos agradecer a aquellos que atienden a los enfermos, en cada uno de los trabajos que hacen posible el funcionamiento de un hospital, donde tan importante es el director de una clínica, como las personas que hacen el aseo. El virus enferma a cualquiera no importa quién o de dónde seas, todos estamos expuestos por lo que las medidas que tomemos, todas son importantes para en un futuro poder decir “Estamos y la vida sigue”.

“Siempre hay que encontrar el tiempo para agradecer a las personas que hacen una diferencia en nuestra vida”.

John F. Fennedy

“Gracias es la mejor plegaria que alguien puede decir”.

Alice Walker

  *LAS OPINIONES DEL AUTOR NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA*

0 Comments

Leave a Comment

Síguenos

GOOGLE PLUS

PINTEREST

FLICKR

INSTAGRAM

Síguenos

Etiquetas