Por Lylia Ciriam Verdugo Ruiz.

Cada día nos da la oportunidad de conocer y amar a los amig@s que nos acompañan a lo largo de nuestras vidas, hoy quiero hablar de la capacidad de adaptación que tenemos ante la adversidad y una de las cosas que nos enseña vivir, es que cada día es una oportunidad de amar, conocer y aprender, aunque quizá la manera en que llegan las lecciones no nos cause tanta felicidad como muchos piensan.

Con el transcurrir de los días he visto que muchas personas debimos adaptarnos para sobrevivir, hoy quiero hablar de una familia que ha pasado muchos problemas en el lugar en que viven y siguen a pesar de todo y de todos. Han enfrentado problemas de salud de tratamiento prolongado al que han sobre vivido, violencia en su comunidad (donde no sólo llueve agua sino balas cerca de sus casas) no diré el nombre de la entidad podría ser cualquier colonia incluso de nuestro propio estado.  

Los problemas que deben ser resueltos entre los miembros de una familia son parte de la vida cotidiana, pero hay momentos donde todo se junta, como la falta de dinero, niños que cuidar, alimentar y por si fuera poco darles lo necesario para que puedan seguir cumpliendo con las tareas escolares de educación primaria.

¿Saben qué es lo sorprendente? que cuando le pregunto a Amaranta ¿Cómo están? Contesta sonriente —Bien, muy bien y cada día progresando—.  

Es cuando reflexiono: ¿En qué momento una familia se vuelve así de fuerte? Quizá beben alguna agua fresca de un fruto especial lleno de fortaleza espiritual o la luz de la luna les da una capa mágica de protección que los hace valientes ante las adversidades, o quizá el color rojo de las flores de tabachines, los cubre con un escudo de ese color en su propio tiempo de vivir cada día. ¡No lo sé! aún me pregunto de dónde obtienen ese amor, apoyo y protección que se dan unos a otros.

Recuerdo otros tiempos en que por causas distintas en el otro extremo del país debieron vivir en un lugar que parecía “un ranchito” (así lo mencionamos en nuestras pláticas) con un camino de terracería para llegar a las casas, cerca de aquel lugar se vendían “quesos de la localidad, que a pesar de estar dentro de la gran ciudad -decía Amaranta- que no sabía a quién le vendían porque en ningún momento vio gente que llegara a comprar quesos a esa propiedad, que tenía polvo en el aire y las sonrisas de sus propietarios en la cara.

Quizá lo que más llamó mi atención en aquel tiempo fue que la puerta de madera sostenida por dos bisagras grandes oxidadas que protegía como una fortaleza la entrada de la casa adornaba muy bien, pero curiosamente a esa puerta nunca le pusieron un cerrojo, parecía que invitaba a los fantasmas de los caminos a que pasaran, pero mi amiga, se sentía protegida por la hilera de nopales en ese gran jardín que requería poca agua para su mantenimiento, sonreíamos al pensar que si los fantasmas llegaran a materializarse por considerar que se encontraban en un lugar perdido se llevarían una buena alguatada en las piernas, al creer que podrían pasar y tomar por sorpresa a los moradores de aquella rústica vivienda.

Mi relato estaría incompleto si dejara de mencionar que la primera vez que cantó el gallo (despertador natural de los moradores de una de las viviendas vecinas), comenzó a reír como chiquilla la primera vez que lo escuchó, ya no se acordaba como era el sonido de un gallo al iniciar cada mañana, se había acostumbrado a los timbres electrónicos.  Aunque después se sintió algo enojada ya que “no era tan grato escucharle sobre todo cuando un sábado o domingo, o uno de esos días no laborables en los que prefieres levantarte un poco más tarde”.

Pero ese despertador matutino emplumado de dos patas, no podía dejar de emitir su canto y con ello sentir que ha cumplido una de las tareas más importantes al despertar con los primeros rayos de sol a cada uno de los habitantes de aquel lugar que le había sido encomendado cuidar.

Seguiré buscando entre los relatos de mi amiga, si su fortaleza familiar viene sólo de los rayos de luna de dónde viven o sin buscar más explicación es sólo el amor que se tienen entre ellos y el amor que les llega de su propia sangre desde tiempos ancestrales.   

Hoy en una tarde de lluvia pienso en esa familia que enfrenta la adversidad y la convierte en una nueva oportunidad de ser mejores cada día, con una sonrisa, llenos de sueños e ilusiones.

Amaranta armada con diferentes herramientas para acomodar un cerco, y dejar pintadas unas paredes, viste ese atuendo que tanto me agrada el de “niña constructora”, con el ánimo de estar y ser mejor para su familia y organizarlos pero sobre todo, con la seguridad de que ella los tiene y ellos la tienen a ella; es un gran tesoro de lindos ojos claros y les da la confianza de que todo será mejor el día de mañana.

“El mundo nos rompe a todos…después algunos son fuertes en los lugares rotos.”

                                                                                             Ernest Hemingway.

“La vida nunca se vuelve más fácil o misericordiosa, nosotros nos volvemos más fuertes y resilientes”.                                               Steve Maraboli.

“Puedes luchar, puedes quejarte de todo lo que has perdido…o puedes aceptarlo e intentar sacar algo bueno de ello.”

                                                    Elizabeth Edwards.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

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