Pláticas-De-Vidas

Por: Claudia Rosales

Cómo y cuándo salir del clóset se ha convertido por años, en un reto para aquellos que no son heterosexuales, pero… ¿Quién debe salir del clóset y de cuál clóset?

¿Por qué les hemos dejado a esos seres libres, el peso de un dedo que acusa y acosa? ¿No será que los que tienen que salir del clóset somos el resto?

Sí, salir del clóset de los prejuicios.

Ese oscuro, ensimismado y hasta maloliente rincón donde colgamos como prendas nuestras opiniones -sin tener la experiencia directa o real- preconcebidas de algo que “ni de nuestro atuendo es”, nuestra negatividad y por supuesto, nuestra intolerancia.

Los clósets en general, son un lugar o rincón perfecto para esconder cosas que no queremos que estén a la vista.

Cuando sacamos las prendas para organizarlo, con regularidad caemos en la sorpresa de descubrir cosas que habíamos olvidado.

También encontramos prendas que ya parecen papel cebolla de tanto uso y que generalmente están más a la mano que el resto (las favoritas).

Al vaciar el clóset, limpiamos, ventilamos y exponemos a una diferente perspectiva lo que estaba guardado.  Vemos con una mejor luz y no apostamos a encontrar las cosas a tientas.

¡Así como en nuestra vida!

Fue en el siglo XIX cuando Karl Heinrich Ulrichs “se abrió de capa” con sus amigos y les dijo que se consideraba homosexual.

Comenzó a escribir ensayos activistas donde exigía abiertamente los derechos de estas comunidades; mismas que en ese entonces eran perseguidas y encerradas. 

Fue en 1869 cuando utilizó la expresión “salir del clóset”, buscando animar a las personas homosexuales a decir abiertamente su orientación sexual, a la sociedad.

Y aunque se ha avanzado mucho, es increíble que, a dos siglos de distancia, sigan existiendo comunidades que, por un lado, condenen la orientación sexual de un individuo y por el otro, cobijen los prejuicios. 

¿En qué closet estoy yo, en el que condena o en el que respeta y acepta?

La semana pasada, un nuevo amigo me compartió su proceso de “salida”.

Y para mi sorpresa, me dijo que decirlo a sus padres o gente cercana no fue tan difícil como aceptarse a sí mismo. Vivir durante años en silencio y con dudas sobre lo que era evidente pero no podía permitirse.

Por cuestiones de educación y cultura, se sentía hasta culpable de aceptar lo que sentía.  Tuvo novia, y aunque su relación era estable, no fue hasta que salió de la ciudad y pudo darse la oportunidad de estar con alguien de su mismo sexo, que logró armarse de valor y abrazándose a si mismo, enfrentó su camino…

Un camino que, como el de muchos no debiera ser condenado o señalado por ser diferente al que llevemos otros.

En mi proceso personal de salir del clóset prejuicioso, quiero compartirles que me he topado de frente con muchos espejos… y no está “padre” lo que a veces se refleja.

Ha habido ocasiones en que la vida me ha enseñado que lo “que me choca, me checa”. Otras muchas, en las que me he tragado las palabras… ¡y qué bueno!

He decidido encapsular los pensamientos negativos en una especie de papel de burbujas y reventar cada una con una firme intención de transformarlo todo en aceptación.

Y veo mi ropa colgada, y le echo un ojo a mis zapatos de uso diario y a los arrumbados… y sopeso, y sumo y resto… y sumo lo que construye y resto lo que destruye.

Porque no debiéramos estar dispuestos a distorsionar nuestra percepción sobre la libertad de los demás.

¿Quién hace más daño? ¿El que vive siendo fiel a sí mismo o el que no deja vivir y en su “perorata” deja de vivir?

Cuando los prejuicios no se reconocen ni se afrontan, afectan a la vida de las víctimas, pero también la de los prejuiciosos y, por ende, a la sociedad. 

Cuando pre juzgamos, exponemos lo que somos (nos encueramos, “poooes”) Y en esta extensión de lo que somos, ridiculizamos al otro, al grado de hacerlo sentirse inseguro sobre su lugar como individuo en la sociedad.

¿El remedio? Cambiar el guardarropa. 

Sacar lo que apesta, los harapos del siglo pasado, lo que ni nos queda… ¡sacarlo todo del clóset y llenarlo de empatía!

Crear una conciencia propia que logre crecer hasta formar una conciencia pública sobre normas sociales en contra de los prejuicios.

Apoyar para que se aprueben leyes y reglamentos donde se otorgue un trato justo y equitativo PARA TODOS.

Conocer, convivir, tener contacto con gente de varios grupos sociales.  Hacer una arduuuuuuuuuuuuuuuuuuuuua labor de conciencia sobre lo poco fructífero de ciertas creencias que se tienen.

¿Y tú… en qué condiciones tienes tus prendas, esas… que no son de tela?

Ps.1. Jugar al mundo al revés, de vez en cuando, funciona.

Ps.2. Que las prendas favoritas sean las palabras de aliento y el silencio que respeta.

Ps.3. Hay valores que hemos adquirido y no usamos y hay otros anti valores que también andan por ahí en los ajuares.  Permitámonos desechar lo que no nos hemos puesto y que sigue con etiquetas y démonos permiso de redescubrir esa empatía que habíamos adquirido con tanto gusto y con el tiempo hemos olvidado.

Ps.4. Conocer, nos aleja de la discriminación.

-LAS OPINIONES DEL AUTOR, NO REFLEJAN LAS DE LA EMPRESA-

2 Comments

Adriana Gomez julio 22, 2021 at 9:52 am

Muy buena columna!

    Grecia Arellano enero 3, 2022 at 6:06 pm

    Muchas gracias!

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